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Mercado laboral y mujeres: ¿aspiraciones frustradas de movilidad social?
Rodolfo de la Torre*
En la trayectoria laboral de las personas hay, al menos, tres cambios que las conducen a una movilidad social ascendente. Estos son: pasar de la inactividad económica, del desempleo o de un trabajo sin pago a una ocupación remunerada; obtener un empleo que contemple, por lo menos, las prestaciones mínimas -como el acceso a los servicios de salud-, y permita actualizar o incrementar los conocimientos productivos. Asimismo, parte de estos cambios es aumentar los ingresos de forma que no se distancien de los del resto de las personas ocupadas. Además, es deseable que el inicio de la trayectoria laboral no determine el resto de esta.
Para el caso de las mujeres en México, el principal obstáculo a la movilidad laboral ha sido el primero: muchas se ven excluidas del mercado de trabajo para realizar, sin remuneración alguna, labores domésticas o de cuidado de otras personas. El que una proporción considerable de mujeres trabajadoras cuente con acceso a servicios de salud, con capacitación laboral, e incluso con ingresos ascendentes, oculta que en realidad son pocas las que superan el primer filtro para acceder a una movilidad laboral ascendente.
Antes de la pandemia, cerca de 22.2 millones de mujeres estaban dispuestas a realizar actividades productivas más allá de las del mantenimiento del hogar. Esta cifra puede parecer enorme, pero se compara desfavorablemente con los 35.1 millones de hombres en la misma situación (INEGI). Puesto de otra forma: menos de la mitad de las mujeres y más de tres cuartas partes de los hombres participan en el mercado de trabajo.
Cerca de 7 de cada 10 mujeres que entran al mercado de trabajo mantienen un empleo remunerado durante todo un año, mientras que esta cifra es de 9 de cada 10 para los hombres. Esto significa que del total de mujeres mayores de 15 años, solo 16 millones alcanzan un empleo remunerado continuo: de un número similar de hombres, casi el doble lo logra. Esta es la gran barrera de género para iniciar una movilidad laboral ascendente.
Este tipo de exclusión laboral se suele asociar con la situación marital, con los cuidados en el hogar o con la falta de autonomía de decisión. Algunos impedimentos son el embarazo, el cuidado de niños, enfermos o ancianos, o la prohibición de trabajar por parte de un familiar. Del total de personas que fueron excluidas del mercado de trabajo en 2020, 63.1 % de ellas respondieron que la razón era su situación como mujeres.
Una vez que alcanzan una ocupación remunerada, las mujeres también enfrentan desventajas respecto a los hombres, aunque no tan agudas. Antes de la pandemia, un porcentaje similar de hombres y de mujeres alcanzaba una ocupación con acceso a servicios de salud (31.9 % y 31.4 % respectivamente). Incluso, una mayor proporción de mujeres (3.7 %) recibía capacitación laboral que de hombres (3.1 %).
En el trabajo remunerado, las mujeres presentan desventajas frente a los hombres para alcanzar una trayectoria ascendente de ingresos. Antes de la pandemia, alrededor de 20 % de las mujeres aumentaba sus ingresos reales a lo largo de un año, mientras que esta cifra es de 24 % para los hombres. Estas diferencias pueden parecer pequeñas, pero se traducen en que cerca de 678 mil mujeres tuvieron una trayectoria ascendente de ingresos, mientras que casi el doble de hombres estuvieron en esa situación.
La pandemia trajo como consecuencia un agravamiento de la desventaja inicial de las mujeres en el mercado de trabajo. Tras un año de pandemia, para el primer trimestre de 2021, se había reducido en más de dos millones el número de mujeres con un trabajo remunerado, mientras que esta reducción fue de poco más de un millón para el caso de los hombres.
Las mujeres que permanecieron con una ocupación remunerada tras la pandemia sufrieron un deterioro en el acceso a los servicios de salud casi del doble del que tuvieron los hombres, aunque la capacitación laboral siguió favoreciéndolas. Sin embargo, con la pandemia cayó drásticamente el porcentaje de mujeres con trayectoria laboral ascendente a alrededor de 10 %, así como su remuneración promedio (casi 2 %).
En el último año la recuperación económica está elevando la movilidad laboral, particularmente de las mujeres, para regresar a los niveles que existían antes de la pandemia. Esto, que parece una buena noticia, en realidad nos regresa a un severo problema estructural en la movilidad laboral de las mujeres. Si observamos la parte más baja de la escalera de ingresos entre la población ocupada, al término de 2021, (y similar a antes de la pandemia) una mayor proporción de mujeres que parte de esa posición, 62 %, no la superan (entre los hombres es de 46%).
Ante esta situación, se requiere el fortalecimiento de las políticas públicas que permitan la inserción de las mujeres en actividades remuneradas, dentro de las cuales, la creación de un sistema de cuidados que les libere el tiempo es fundamental. También se requiere equidad de trato e igualdad de oportunidades por parte del sector privado en sus prácticas laborales, en áreas como la fijación de salarios, el acceso a seguridad social, la flexibilidad laboral y los permisos.
Mientras esto no ocurra, los logros de una proporción reducida de mujeres ocultará la decepción de la gran mayoría en sus primeros intentos de ascenso laboral y, así, seguirán frustrándose las aspiraciones de una mayor movilidad social para las mujeres.
*Director de Movilidad Social del CEEY. Columna publicada originalmente en Nexos el 1 de julio de 2022.