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¿Avance en la ocupación laboral de las mujeres?
Roberto Vélez Grajales*
En una entrevista me preguntaron sobre el hecho de que las mujeres son la principal fuente del incremento reciente observado en la ocupación laboral en el país. Los datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) lo confirman. Sin embargo, para evaluar esta situación hay que tomar en cuenta el periodo de referencia y la base de la que se parte. A partir de lo anterior, si bien es cierto que las mujeres presentan avances en ocupación laboral, la magnitud de su aportación se reduce si tomamos en cuenta la dinámica durante la pandemia. Además, aunque positiva, la dinámica reciente se debe enmarcar sobre la base estructural de la que se parte. Todavía hay un gran camino por recorrer.
Además de un nivel de ingreso que se convierta en un medio para alcanzar nuestros fines de vida, un trabajo —en este caso formal— también es la llave para tener acceso a una serie de servicios y beneficios que ayudan a enfrentar vicisitudes, como lo es una enfermedad, y generar ahorro para el momento del retiro. En términos de movilidad social de una generación a otra, lo cual nos ayuda a capturar una dimensión más integral de realización de vida de las personas, que entre otras cosas tiene mucho que ver con su trayectoria laboral, las mujeres mexicanas experimentan con mayor frecuencia que los hombres el fenómeno conocido como suelo pegajoso, es decir, superan con menor probabilidad que ellos una posición de origen en la parte baja de la escalera social. Sumado a lo anterior, también sabemos que las mujeres que nacieron en la parte alta de la escalera social pierden con mayor frecuencia que ellos dicha posición.
En principio, la dinámica reciente en la ocupación laboral sugiere un mayor espacio de realización para las mujeres. La pregunta en torno a esto es si dicha dinámica implica un cambio más estructural. Con base en los datos de la ENOE para la población de 15 a 64 años, efectivamente, del incremento de 5.3 millones de población ocupada que se observa desde el primer trimestre de 2021 hasta el tercero de 2023, la mayoría (cerca de dos terceras partes) son mujeres. Sin embargo, también es cierto que de la caída de 1.6 millones en población ocupada observada durante la pandemia, entre el primer trimestre de 2020 y el de 2021, 1.2 millones (casi el 77 por ciento) también fueron mujeres. Es decir que, en el neto, el avance es menor.
Para dimensionar la magnitud de los flujos observados, también hay que considerar la base de la que se parte. Del total de 55.6 millones de personas ocupadas en el tercer trimestre de 2023, poco arriba del 41 por ciento son mujeres. Lo anterior implica que la composición por género de la población ocupada ha cambiado alrededor de un punto porcentual desde el primer trimestre de 2020, cuando las mujeres representaban el 40 por ciento. Esto también se traduce en un incremento en la proporción de mujeres ocupadas con relación al total de ellas, de 47.5 a prácticamente 50 por ciento durante el mismo periodo. Sin embargo, la brecha entre hombres y mujeres se mantiene prácticamente igual, ya que únicamente se redujo de 30.7 a 29.7 puntos porcentuales.
Sin haber considerado la dinámica y la estructura de la exclusión laboral, así como la del acceso a la seguridad social, en resumen, aunque los datos de ocupación apuntan hacia una mejora en el espacio de realización laboral de las mujeres y su potencial efecto sobre la movilidad social, para confirmarlo hay que esperar a que el tiempo corra y la tendencia de corto plazo observada se consolide. Mientras tanto, debemos reconocer que la brecha de género es grande y que los pendientes de organización social e institucional para reducirla son muchos.
* Director Ejecutivo del Centro de Estudios Espinosa Yglesias. Columna publicada originalmente en Aristegui Noticias el 19 de diciembre de 2023.