Foto: INAH

Castas y pasados fantásticos: realidades presentes

Meng-Ping Hsu

Participante en la XIII Escuela de Verano sobre Movilidad Social

Las pinturas de castas se popularizaron entre las élites europeas durante el siglo XVIII. En imágenes sucintas, estos cuadros retratan escenas de la Nueva España, protagonizadas por familias envueltas en coloridas telas de seda y ostentosos brocados, o zapatos desgastados y rebozos pálidos, dependiendo del tono del color de piel de sus usuarias.  

La peculiar combinación multirracial despertó el interés por este tipo de arte. Para los peninsulares que regresaban a España, estas obras se convirtieron en “recuerdos de la América exótica” (Taylor, 2009, p. 38). De tal manera, la pluralidad de rasgos fenotípicos del continente americano se exportó al otro lado del mundo, junto con las jerarquías sociales que demarcaban las castas retratadas.

Navarro Hernández (2017) explica que la intención de estas obras era construir un discurso de poder alrededor del objeto representado, pues “la administración colonial necesitaba dejar en claro que, a pesar de su diversidad, la sociedad novohispana estaba perfectamente regulada gracias a un estricto sistema de castas” (p. 341). Las pinturas reflejan el propósito de esta iniciativa: la materialización de los vínculos míticos entre las características fenotípicas, y los comportamientos y las clases sociales asociadas a estas.

Un elemento común en estas obras es el uso de etiquetas que categorizan la identidad de sus protagonistas de acuerdo con la composición racial que caracterizaba su ascendencia. Entre más difusa se percibía la sangre europea, la nomenclatura designada adquiría un tono más despectivo. Términos como “Salta atrás”, “Lobo”, “No te entiendo” y “Torna atrás” suelen acompañar a personajes con pieles más oscuras, descendientes de poblaciones predominantemente indígenas y negras.

En términos prácticos, muchas categorías intermedias respondían más a un orden imaginario que funcional, pues a simple vista, era imposible captar si una persona era 11/64 africano o 45/65 indígena, por ejemplo (Taylor, 2009, p. 38). Sin embargo, la jerarquía simbólica se ancló al imaginario social. Este tipo de personajes se asocian en estas obras a conductas de cuestionable moral a través de la representación de gestos grotescos, mientras que, en contraste, personas de pieles más claras se retratan junto a objetos que detonan estatus superior y carácter de buena fe.

Estos estereotipos permean en la idiosincrasia actual, generando distinciones de acuerdo con estas características adscriptivas. A pesar de la presunta homogeneidad de la identidad mexicana, concepción producto del proceso de erradicación de la bifurcación racial, persiste el trato diferencial por color de piel (Telles, 2014, p. 78). A nivel nacional, 69.7 % de la población percibe que el tono de piel es motivo de discriminación (ENADIS, 2017). Similarmente, 5.5 % rechazaría la posibilidad de rentar un cuarto a un desconocido de piel morena (ENCUCI, 2020). Esta última cifra parece baja, pero su persistencia es altamente cuestionable.

Además, el color de piel se asocia a efectos variados en la movilidad intergeneracional y la desigualdad social. Las personas con pieles más oscuras, alcanzan menores niveles de educación e ingreso que sus contrapartes (Campos-Vázquez & Medina-Cortina, 2018, p. 340). Adicionalmente, individuos de tonos de piel claros en todas las regiones del país son capaces de elevar su posición socioeconómica de manera más sencilla, y mantener altas posiciones una vez que las alcanzan, una ventaja que no se observa en el resto (Monroy-Gómez-Franco & Vélez-Grajales, 2021, p. 13). 

Tres siglos después, como la nomenclatura asignada en el sistema de castas, el destino final de las personas parece estar definido todavía, en gran parte, por el color de la piel. Las justificaciones continúan resultando éticamente cuestionables, pues la reificación de prejuicios superfluos continúa predominando sobre el mérito y la justicia. Las fantasías continúan presentes en nuestra realidad.

Referencias

Campos-Vázquez, R. M., & Medina-Cortina, E. M. (2018). Skin Color and Social Mobility: Evidence From Mexico. Demography, 56(1), 321–343. 

INEGI. (2020). Encuesta Nacional de Cultura Cívica (ENCUCI). https://www.inegi.org.mx/programas/encuci/2020/ 

INEGI. (2017). Encuesta Nacional sobre Discriminación (ENADIS). https://www.inegi.org.mx/programas/enadis/2017/ 

Monroy-Gómez-Franco, L., & Vélez-Grajales, R. (2021). Skin Tone Differences in Social Mobility in Mexico: Are We Forgetting Regional Variance? Journal of Economics, Race, and Policy, 4(4), 257–274. 

Navarro Hernández, S. (2017). La pintura de castas más allá del afán clasificatorio: La serie de castas de Miguel Cabrera (1763). Encrucijada de La Palabra y La Imagen Simbólicas. Estudios de Emblemática. Blanca Ballester Morell, Antonio Bernat Vistarini y John T. Cull (Eds.), Palma, José J. de Olañeta Editor, p. 541-552.

Taylor, W. (2009). Castas, raza y clasificación. En S. Deans-Smith & I. Katzew, Race and Classification: The Case of Mexican America

Telles, E. E. (2014). Pigmentocracies: Ethnicity, race, and color in Latin America (1 Edition). University of North Carolina Press.