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Desaceleración económica y aceleración política

Rodolfo de la Torre

 

Estados Unidos está desacelerando su actividad económica y se dirige a una recesión. Los efectos en México tardarán en sentirse plenamente, pero pueden coincidir en su máxima magnitud con las elecciones de 2024. Estas podrían ser malas noticias no sólo para los ciudadanos sino también para la estabilidad de la política económica nacional.

Las señales de una recesión norteamericana se han fortalecido a raíz de las recientes quiebras bancarias. El indicador adelantado de la actividad económica del Conference Board cumple más de medio año en terreno negativo, la tasa de desempleo va en camino de superar el promedio del último año, y las tasas de interés de mediano plazo superan ya las de largo plazo, lo que sugiere poca confianza en la fortaleza presente de la economía respecto al futuro más lejano.

La recesión en los Estados Unidos se considera altamente probable para el segundo semestre del presente año pudiendo amainar hacia la segunda mitad de 2024. Su impacto sobre México podría sentirse desde finales de 2023 con su mayor efecto alrededor del tiempo de las elecciones presidenciales de 2024.

La severidad del declive de la economía estadounidense se sentirá primeramente en las exportaciones mexicanas a ese país. Para el segundo semestre de 2022 el índice de volumen de las exportaciones no petroleras de México se ha desacelerado, pero una posible caída tardaría aún meses en presentarse.

El segundo impacto provendría de la reducción en las remesas al debilitarse el mercado de trabajo norteamericano. El monto de las remesas dejó de tener una tendencia claramente creciente desde mayo de 2022 y aún no superan este año su caída estacional para distinguir una trayectoria de mediano plazo. Su declive podría ocurrir en los primeros meses de 2024.

Finalmente, la posible reducción en la inversión extranjera tardaría más en concretarse, coincidiendo su mayor volatilidad y declive al momento de ir a las urnas en México.  De manera similar, la recuperación de este elemento clave para el crecimiento tomaría más tiempo, prolongando la duración de la reducción de la actividad económica en el país.

La combinación de los impactos de las exportaciones, las remesas y la inversión extranjera directa sería crítica en el primer semestre de 2024, justo en el periodo de campañas electorales, lo cual no sólo traería como consecuencia cierta penuria económica con consecuencias para el ánimo de los votantes sino presión sobre la política económica y social para atenuar estos efectos.

Aunque no se avizora una crisis económica para 2024, la falta de logros económicos respecto al inicio del sexenio puede generar la percepción de un gobierno con poca capacidad para mejorar notable y duraderamente las condiciones de vida de la población, lo que puede acarrear un mayor voto de castigo a una administración desgastada políticamente.

Con o sin crisis económica, los gobiernos suelen incrementar su gasto antes y durante las elecciones, principalmente aumentando la ‘generosidad’ de los programas sociales. Sin embargo, el ciclo político presupuestal se complicaría por la desaceleración económica de finales de año, que restringiría la recaudación y empujaría al endeudamiento público a tasas de interés más elevadas.

Ante la cercanía de las elecciones, con recursos mermados y magros logros que mostrar a los electores, los gobiernos suelen acelerar la implementación de su agenda política y radicalizarla. Esto ocurrió con cierta frecuencia en las últimas décadas y podría repetirse en el caso de una administración que cifra en la transformación su legado.  

En el siglo pasado, las expropiaciones, la moratoria a la deuda externa y las devaluaciones fueron muestra de medidas extremas ante una desafiante adversidad económica. En el presente siglo, las reformas económicas de mercado, la contracción del gasto público y las reformas fiscales tomaron su lugar. En esta administración, cambios legislativos que comprometan los derechos de propiedad, más gasto público en asuntos simbólicos, pero de gran ineficiencia, y el debilitamiento de la disciplina macroeconómica podrían ser el problema.

*Director en Movilidad Social del CEEY. Columna publicada originalmente el 5 de abril de 2023 en Arena Pública