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¿Disminuye la pobreza?
Próximamente conoceremos los datos oficiales de pobreza del año pasado. Todo apunta a que entre 2020 y 2022 la pobreza se habrá reducido.
Esta buena noticia, sin embargo, será poco informativa de la trayectoria del bienestar del país y la efectividad de las políticas seguidas para atenuar el golpe de la pandemia. La comparación que con más claridad permitirá examinar lo avanzado será entre los datos de pobreza de 2018 y los de 2022, y el resultado de este cotejo está lejos de ser claro.
Cuando el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social de a conocer a finales de julio las cifras de pobreza de 2022, es muy probable que la pobreza se haya reducido respecto a su nivel de 2020 (43.9% de la población). Esto habrá ocurrido por la mejora en sus dos determinantes fundamentales: el ingreso y el acceso a los servicios de salud.
Entre las mediciones de pobreza de 2020 y 2022, la proporción de la población que no puede comprar con su ingreso laboral la canasta mínima de alimentos (pobreza laboral) ha disminuido de 46 a 40.1%. Este indicador aproxima la tendencia de la pobreza en general, que considera otros ingresos y los bienes no alimenticios, y señala una mejora en las condiciones de vida de la población.
Por otra parte, la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición reporta una recuperación en el uso de los servicios de salud públicos al haber aumentado la población atendida por este sector de 46 a 51% entre 2021 y 2022. Esto es indicativo de un aumento en el derecho al acceso a los servicios de salud, lo que se traduciría en una reducción de la pobreza multidimensional.
El problema de tomar como referencia 2020 es que ante los estragos del COVID-19 en ese año, los resultados de 2022 aparecerán como un progreso extraordinario dada la catástrofe precedente. En cambio, si se compara la evolución de la pobreza entre 2018 y 2022 se podrá apreciar mejor la trayectoria de avance de mediano plazo, en vez de un simple ‘rebote’.
Cuando se realiza la comparación de los indicadores disponibles hoy con los del principio del sexenio los resultados no sólo se prevén modestos sino inciertos. La pobreza laboral se redujo de 40.2 a 40.1%, mientras el uso de los servicios de salud no aumentó sino se redujo de 57 a 46%. Esto significa que los progresos en el ingreso laboral reducirían débilmente la pobreza y las carencias en los servicios de salud la aumentarían.
El veredicto no depende sólo del balance entre el ingreso laboral y las carencias de acceso a los servicios de salud. Entre 2018 y 2022 el gasto en programas sociales aumentó 20.4% en términos reales y las remesas en 44%, en dólares nominales, lo que juega a favor de la reducción de la pobreza. Sin embargo, estos recursos no han llegado en mayor medida a la población más pobre.
En contra puede jugar el abandono escolar irreversible debido a la pandemia, el cual ampliaría las carencias de escolaridad que también integran la pobreza multidimensional. También puede contribuir al rezago social el aumento del trabajo sin seguridad social durante la recuperación del mercado de trabajo, el cual sigue siendo predominante.
En suma, si se va más allá del miope ánimo celebratorio de la esperada reducción de la pobreza en el corto plazo y se amplía la mirada a lo alcanzado a lo largo de todo lo que va de la presente administración, se podrán apreciar con claridad los avances y los pendientes de mayor importancia.
*Director de Movilidad Social del CEEY. Columna publicada el 28 de junio de 2023 en Arena Pública.