Educación, ¿el motor de la movilidad social en México?

Juan Alejandro Flores Pérez

Participante en la XI Escuela de Verano sobre Movilidad Social

 

Quizás no haya otro debate económico más antiguo que el de la desigualdad. Si bien la mayoría de la gente está de acuerdo en que es deseable una reducción de la desigualdad, existe una amplia discusión sobre lo que se entiende por igualdad, cómo medirla y qué se debería igualar (Sen 1980; Dworkin 1981; Roemer 1996). Diversos trabajos enfatizan la importancia de la educación como motor de la movilidad social y cómo la transmisión intergeneracional de esta puede impulsar la movilidad ascendente en las siguientes generaciones (Lima y Yalonetzky 2015).

En el reciente trabajo publicado por Oxfam (2020), Mundos paralelos, se  muestra que la educación básica en México ha tenido un efecto contrario al esperado: en lugar de reducir las desigualdades, estas se han reproducido. Los niños y las niñas de diferentes estratos sociales no cuentan con las mismas oportunidades a lo largo de su vida y, a la par, se reduce su capacidad de alcanzar movilidad social ascendente.

Un factor del «fracaso» de la educación como motor de la movilidad social en México es la falta de recursos en materia educativa, lo cual se refleja principalmente en una menor infraestructura (escuelas, transporte, materiales) y cantidad de docentes teniendo como consecuencia que la educación no sea igual para todos y todas. De acuerdo con el Centro de Investigación Económica y Presupuestaria (2020), la inversión en infraestructura tiene efectos redistributivos en la medida en que genere mayores beneficios para los sectores de la población menos privilegiados. La ausencia de gasto en educación refuerza la estigmatización de la educación pública, es decir, la idea de que la educación pública es de «mala calidad».

Según datos de la OCDE (2019), México es de los países que menos gasta por estudiante en educación primaria y secundaria —con un gasto menor a los 6,000 dólares por estudiante. Entre 2010 y 2020, el gasto en infraestructura educativa registró una caída promedio anual de 16.3 % real (CIEP 2020). Lo anterior repercute y amplía de manera constante la desigualdad de acceso a la educación y, por ende, la desigualdad de oportunidades.

Desafortunadamente, la crisis económica y de salud actual complica el escenario para reducir estas desigualdades; sin embargo, es necesario que el gobierno atienda las debilidades estructurales del sistema educativo mediante políticas enfocadas a incrementar el número de escuelas, mejorar la redistribución de los recursos en las zonas más vulnerables, así como mejorar la calidad de las herramientas que necesitan los niños y las niñas para su desarrollo dentro y fuera del aula. Es decir, políticas que incrementen la calidad de la educación y reduzcan la desigualdad de oportunidades, todo ello para impulsar la movilidad social.

 

Referencias

CIEP (2020) «Infraestructura en México: prioridades y deficiencias en el gasto público». Centro de Investigación Económica y Presupuestaria.

Dworkin, R. (1981b) «What is Equality? Part 2: Equality of Resources». Philosophy & Public Affairs, 10, 283-345.

Lima, Martin; Yalonetzky, G. (2015) «Movilidad intergeneracional de la educación y las ocupaciones en Monterrey: un análisis de cohortes filiales y sexo». Documento de trabajo CEEY, Centro de Estudios Espinosa Yglesias.

OECD (2019) Education at a Glance 2019: OECD Indicators, Paris: OECD Publishing.

Oxfam (2020) «Mundos paralelos: big data y la desigualdad en la ciudad de México». Oxfam México.

Roemer, J. E. (1996) «Efficient Redistribution». Politics & Society, 24 (4), 383-389.

Sen, A. (1980) «Equality of What?» En S. McMurrin (Ed.), Tanner lectures on human values, volume 1. Cambridge: Cambridge University Press.

2021-07-15T23:52:54-05:00