Educación y movilidad social en México

Karina Isabel Salinas Solís

Participante en la XV Escuela de Verano sobre Movilidad Social

Introducción

Si nos preguntamos sobre las oportunidades que tiene un mexicano nacido en un hogar pobre de mejorar su situación en la vida adulta, la respuesta resulta inquietante. La probabilidad de ascender socialmente es comparable a la de obtener águila o sol al lanzar una moneda al aire. 

¿Cuál es el origen de la desigualdad de oportunidades que vivimos en el país? La primera respuesta que nos viene a la mente es el ingreso y el acceso a la educación, factores que pueden determinar nuestro ascenso en los estratos sociales. Sin embargo, la realidad es que también estamos condicionados por el lugar en el que nacemos, nuestro género y el color de nuestra piel. Esto nos lleva a una situación en la que no solo la pobreza es el único obstáculo, sino que también experimentamos la desigualdad en todas sus facetas: económica, de oportunidades y laboral. Ninguna de estas circunstancias está relacionada con el esfuerzo personal.

Estas condiciones modelan nuestras percepciones sobre la pobreza y la desigualdad. Nuestras experiencias de vida nutren nuestras preferencias y expectativas. Por ejemplo, cuando se pregunta a las personas cuánto de su ingreso están dispuestas a sacrificar para reducir la desigualdad económica del país, las personas en situación de pobreza están dispuestas a contribuir el doble que aquellas de los estratos ricos. Esto se debe a que, aunque vivimos en el mismo país, nuestras realidades son diferentes, y lo que para una parte de la sociedad es un problema grave, para otros no requiere gran atención.

Nacer en un entorno de pobreza y desigualdad puede llevar a la percepción de que lo que nos rodea es lo único que existe. El sistema social, tal como está diseñado, transmite la señal de que no importa cuánto nos esforcemos: si nacimos en un hogar pobre y nuestros padres no tuvieron oportunidades, nosotros también tendremos dificultades para acceder a ellas. La mayoría de los resultados en la vida no provienen del esfuerzo individual, sino que están condicionados por circunstancias fuera de nuestro control.

Es fundamental implementar una verdadera igualdad de oportunidades y capacidades para todas las personas. Necesitamos mecanismos que eviten que la desventaja socioeconómica se herede y que amplíen la movilidad social. Las oportunidades que tenga un niño en el país, en términos de educación, acceso a la salud y futuro laboral, no deben depender de su origen, sino de lo que la sociedad y el Estado puedan ofrecerles. Al final de cuentas, deberían ser los esfuerzos y las capacidades individuales los que guíen el camino hacia las oportunidades a lo largo de la vida.

 

Educación: central para el logro de empleos calificados

La educación es fundamental para alcanzar empleos calificados. No solo proporciona los conocimientos y habilidades necesarios para desempeñar trabajos especializados, sino que también abre puertas a oportunidades que de otro modo estarían fuera de alcance. Un sistema educativo robusto y accesible permite a los individuos adquirir competencias técnicas y profesionales que son esenciales en el mercado laboral moderno. Sin una educación adecuada, es difícil para las personas competir por puestos de trabajo bien remunerados y estables, lo que perpetúa ciclos de pobreza y exclusión social.

Si el origen social condiciona la educación, entonces esta es un mediador de la desigualdad y no contribuye a la movilidad. Cuando el origen social determina el acceso y la calidad de la educación, esta deja de ser una herramienta para la movilidad social y se convierte en un mediador de la desigualdad. Los estudiantes de entornos socioeconómicos desfavorecidos a menudo enfrentan barreras significativas que limitan su acceso a una educación de calidad. Esto incluye falta de recursos, infraestructura deficiente y menor apoyo académico. En estas condiciones, la educación no puede cumplir su función de igualador social y, en cambio, refuerza las disparidades existentes, perpetuando la desigualdad a través de las generaciones.

La equidad en la educación es esencial para la movilidad social. Asegurar que todos los estudiantes, independientemente de su origen socioeconómico, tengan acceso a una educación de calidad es crucial para romper el ciclo de la pobreza. La equidad educativa implica no solo igualdad de acceso, sino también la provisión de los recursos y el apoyo necesarios para que todos los estudiantes puedan alcanzar su máximo potencial. Solo a través de un sistema educativo equitativo se puede garantizar que la educación sirva como un verdadero vehículo de movilidad social, ofreciendo a cada individuo la oportunidad de mejorar su situación económica y social.

Existe entonces una paradoja en la expansión educativa: aunque en teoría debería promover la equidad, en la práctica puede debilitarla. A medida que el acceso a la educación se amplía, las diferencias en la calidad de la educación recibida por distintos grupos socioeconómicos pueden aumentar. Las instituciones educativas de élite y los recursos adicionales disponibles para los estudiantes más privilegiados pueden crear una brecha aún mayor en los resultados educativos. Este fenómeno socava el papel de la educación como ecualizador social, ya que, en lugar de nivelar el campo de juego, puede acentuar las desigualdades preexistentes.

 

Conclusión

La educación en México se presenta como una herramienta poderosa para el desarrollo individual y colectivo, pero su potencial como catalizador de la movilidad social sigue siendo limitado. La desigualdad en el acceso y la calidad educativa perpetúa las diferencias socioeconómicas, convirtiendo a la educación en un mediador de la desigualdad más que en un motor de cambio. Este desafío es particularmente evidente en los contextos más vulnerables, donde las barreras estructurales impiden que los niños y jóvenes puedan aspirar a un futuro mejor a través de la educación.

La equidad educativa emerge como una solución esencial para abordar estos problemas. Garantizar que todos los estudiantes, independientemente de su origen socioeconómico, tengan acceso a recursos educativos de calidad es crucial para romper el ciclo de la pobreza. La implementación de políticas inclusivas y la inversión en infraestructura y apoyo académico son pasos necesarios para construir un sistema educativo que realmente promueva la movilidad social. Solo así podremos asegurar que la educación cumpla su promesa de ser el gran ecualizador.

Sin embargo, es importante reconocer la paradoja de la expansión educativa. Mientras más personas accedan a la educación, más visibles se hacen las desigualdades en la calidad de esta. Esta situación subraya la necesidad de no solo expandir el acceso a la educación, sino también de mejorar continuamente su calidad y equidad. Un enfoque integral que considere las distintas dimensiones de la desigualdad educativa es indispensable para que la educación pueda desempeñar su papel transformador.

El futuro de México depende de nuestra capacidad para transformar su sistema educativo en una verdadera plataforma de movilidad social. Esto requiere un compromiso colectivo y sostenido de todos los sectores de la sociedad. Al invertir en educación equitativa y de calidad, no solo estamos construyendo un país más justo y próspero, sino también empoderando a las futuras generaciones para que puedan forjar su propio destino y contribuir al desarrollo de una sociedad más equitativa.