Crédito: Arena Pública
El futuro del salario mínimo
Hoy es ingenuo pensar que el salario mínimo necesariamente genera efectos adversos sobre la inflación, el empleo o la informalidad. Sin embargo, esta idea puede ser sustituida por una no menos cándida: que el salario mínimo puede aumentar indefinidamente sin consecuencias adversas. Las candidatas presidenciales deben fijar una posición clara respecto al margen que se tiene para aumentar los salarios mínimos y que harán cuando se llegue a él.
Cuando en 2016 el salario mínimo dejó de ser una referencia generalizada para fijar diferentes precios e ingresos (multas, pensiones, etc.) se abrió la puerta a su aumento significativo al ya no arrastrar consigo otros precios de la economía. Este incremento comenzó en 2017, siendo el mayor el de 2024, con lo que se desafiaba el lugar común de que tales aumentos generaban inflación, desempleo y/o informalidad de forma significativa.
De 2016 a 2024 el salario mínimo aumentó cada año, en promedio, 16.5%, con una inflación media anual de 5.4% (y picos provenientes de factores externos), una tasa de desempleo que ha fluctuado alrededor del 3.4% (menor al promedio histórico) y una tasa de informalidad que prácticamente no ha rebasado su nivel inicial de 56.5% (con ligero decrecimiento). En suma, no ha habido efectos adversos discernibles de subir el salario mínimo.
La ausencia de un impacto negativo del aumento del salario mínimo se debe, por una parte, a que desde el año 2000 su nivel real estaba a menos del 25% de su máximo histórico, lo cual daba un amplio margen para subirlo. Además, contrario al estereotipo de libro de texto, los salarios no se fijan de forma perfectamente competitiva, lo que permite que empresas medianas y grandes puedan absorber cierta magnitud de los incrementos al mínimo.
Hoy el salario mínimo se encuentra a medio camino entre el nivel que se asoció al despegue de la inflación en 1973 y su monto más bajo que correspondió a tener el incremento de los precios en la meta fijada por el Banco de México. Esto apunta a que aún hay margen para aumentar el salario mínimo sin efectos adversos notables, pero este podría agotarse próximamente por lo que hay que anticiparlos.
Desde 2021 la Ley Federal del Trabajo establece que no habrá aumentos al salario mínimo por debajo de la inflación, de manera que, si el salario mínimo real empieza a tener un impacto significativo sobre los precios, el desempleo o la informalidad, será muy difícil ajustarlo, pues por ley no puede disminuir. Por este motivo se requiere identificar un conjunto de indicadores que alerte sobre los posibles efectos adversos de elevarlo en términos reales.
Aún si el salario mínimo real llegara a afectar negativamente a la economía, esto no significaría frenarlo por completo. Su efecto favorecedor del ingreso de los que menos tienen justificaría el afectar a los demás hasta cierto punto. Sin embargo, el límite tolerable de los impactos negativos debería ser definido de forma explícita para dar certidumbre a la política salarial y tomar con anticipación las medidas para no rebasarlo.
Hasta el momento, las candidatas no han abordado con profundidad el futuro del salario mínimo. Claudia Sheinbaum enfatiza el corto plazo con aumentos salariales a los cuales no parece encontrarles efectos adversos ni límites futuros. Xóchitl Gálvez se enfoca en un largo plazo en donde el tema del salario mínimo está rebasado y los aumentos salariales deberían basarse en la educación de las personas, en su productividad.
Prometer aumentos indefinidos al salario mínimo o trasladar el tema salarial a un difuso aumento de las capacidades productivas de los trabajadores puede ser popular, pero evade el difícil asunto de prever los límites del aumento de salarios por decreto y saber qué hacer cuando se alcancen.
* Director de Movilidad Social del CEEY. Columna publicada en Arena Pública el 17 de abril de 2024.