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El penoso mercado accionario mexicano

Julio Serrano*

Con todos nuestros problemas, México sigue siendo una potencia. Somos la decimoquinta economía más grande del mundo. ¿Por qué entonces tenemos un mercado accionario raquítico?  

El número de empresas que cotizan en nuestras bolsas es bajísimo (menos de 150). Para poner esta cifra en contexto, es menos de la mitad de las que cotizan en las bolsas de Turquía, Rusia y Brasil, y menos de una décima parte de las que cotizan en las de China, India y Corea del Sur. La última empresa que hizo una oferta pública inicial (IPO, por su sigla en inglés) fue en 2020. La penúltima en 2017. Lo que ha sucedido en los últimos años ha sido lo contrario, es decir, se han deslistado empresas. Esta contracción está ocurriendo aun cuando se incorporó una nueva bolsa de valores en 2018: Biva. 

El daño de un mercado accionario tan poco profundo es sustancial. Por un lado, priva a empresas en crecimiento de una importante fuente de financiamiento. Por otro, limita las opciones de inversión para los ahorradores.  

Hay varios factores que influyen en el reducido tamaño de nuestro mercado de capitales. Está el desempeño de la bolsa. A las empresas les gusta volverse públicas cuando y donde las valuaciones son atractivas. El principal índice accionario de México, el IPC, se ubica a un nivel más bajo que hace cinco años. Mientras, mercados como Nasdaq se han disparado en ese periodo, ofreciendo mejores valuaciones y, por tanto, una mejor opción para listarse.  

Está la economía. Es cuando está creciendo que hay más interés por salir a la bolsa. La nuestra ha estado deprimida durante años. Está también la falta de confianza. Si los dueños de las empresas sienten que los inversionistas no tienen confianza en el país, pensarán dos veces hacerlas públicas.  

Quien ya se desmarcó de cualquier responsabilidad sobre las pocas empresas listadas es la Bolsa Mexicana de Valores (BMV). En una entrevista, José Oriol Bosch, su director general, dijo que uno de los problemas de la baja colocación fue la entrada de Biva. Según Bosch, cuando arrancó Biva los funcionarios que la autorizaron aseguraron que no venía a “competir con la BMV, sino a desarrollar el mercado”. En su opinión, fue un error “estratégico” de Biva quererles competir. Y fue gracias a que la BMV tuvo que enfrentar la competencia de Biva que descuidó “el desarrollo, la promoción y la búsqueda de otras empresas” para enlistarlas a la bolsa. Para Bosch, era Biva quien debía atraer otras 50 emisoras al mercado accionario, no la BMV.  

Bosch hace bien en defender a la empresa en la que trabaja. Es su obligación. Y bajo el parámetro más importante (la rentabilidad), su desempeño ha sido muy positivo: lleva siete años entregando resultados récord. Pero la realidad es que lo está logrando sin cumplir una de las funciones más importantes de una bolsa: atraer empresas para que se listen en ella. Tanto la BMV como Biva deben hacer un examen de conciencia profundo sobre su responsabilidad. Lo mismo el gobierno. 

*Integrante del Consejo Directivo del CEEY. Correo: [email protected]. Columna publicada en Milenio el 1 de septiembre de 2022.