Foto: Uno TV

Haz lo que digo, no lo que hago

Julio Serrano*

Respecto al cambio climático (y en otros temas también), el discurso de los países ricos es muy distinto a sus acciones. Pontifican ante los países en desarrollo sobre la importancia de las energías limpias mientras que impulsan internamente las sucias. 

La guerra en Ucrania ha evidenciado más esta actitud. Los precios del petróleo, del gas y de otros combustibles se han disparado, en particular en Europa dada su enorme dependencia de las importaciones de energía rusa. Los consumidores, como era de esperarse, están molestos por tener que desembolsar mucho más dinero para transportarse y calentar sus casas, lo que ha provocado que los políticos abandonen sus posturas públicas como paladines de la ecología para abogar por iniciativas contaminantes.  

Tomemos el caso de Alemania, quizá el país europeo más vocal en su crítica contra quienes no actúan con la suficiente urgencia (en su opinión) ante la precaria realidad ambiental del planeta. Su postura ha cambiado de manera radical a partir de la estrepitosa alza de los precios de la energía. Atrás quedó su rigidez. Ahora quiere echar para atrás un compromiso que asumió con el G-7 de no financiar proyectos basados en combustibles fósiles y está reabriendo plantas dependientes de carbono (la energía más contaminante que existe). Todo esto en respuesta a la molestia de los votantes por los altos precios de la energía.

También está el caso de EU que, por un lado, promueve en el exterior la urgente necesidad de combatir el cambio climático y, por el otro, actúa internamente de manera distinta. John Kerry, enviado presidencial especial para el clima de EU, ha visitado México en varias ocasiones para presionar a López Obrador sobre la importancia de adoptar una estrategia energética más limpia. Mientras tanto, el presidente Biden está por viajar a Arabia Saudita para buscar que aumenten la producción de un combustible contaminante como el petróleo pese a haber criticado hace poco a su líder por abusos a derechos humanos. 

Lo que es más, ahora Biden quiere seguir la estrategia de López Obrador de subsidiar la gasolina. Un ecologista incondicional debe estar contento con altos precios de la gasolina ya que desincentivan el consumo de energías sucias y promueven el de las limpias. Abogar por políticas más tajantes, como lo hacen los países ricos, es más fácil cuando el precio de los combustibles fósiles no impacta el bolsillo de sus ciudadanos. 

Este doble discurso de los países ricos no debe por supuesto excluir a los países en desarrollo, incluido a México, de actuar a favor del medio ambiente. Solo que hay que poner las cosas en perspectiva. Si los países ricos están dispuestos a olvidar sus posicionamientos ecológicos más radicales en sus propios territorios al enfrentar adversidad económica, ¿qué tanta autoridad moral pueden tener al exigirle a los países pobres de sacrificar bienestar económico para adoptar posturas ambientales costosas y agresivas? 

*Integrante del Consejo Directivo del CEEY. Correo: [email protected]. Columna publicada originalmente en Milenio el 30 de junio de 2022.