La seguridad alimentaria es un factor determinante de la movilidad social, ya que tiene como base el hecho de que si no se satisface esta necesidad biológica, otras necesidades son desplazadas, como lo son las relacionadas a la educación o al trabajo. De igual forma, es relevante mencionar la relación de ambos factores con la pobreza, considerándola un punto focal.

De acuerdo a Paloma Villagómez (2022), existe una relación directa de la intensidad de la pobreza con la intensidad de la inseguridad alimentaria, con base en la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) 2020, donde la población más pobre es la que se encuentra en los grados más altos de inseguridad alimentaria. Para Villagómez, uno de los factores más importantes para que la situación sea tan crítica, es que el sistema alimentario actual ha optado por la financiarización de los alimentos, lo que los convierte en una mercancía que pierde el control de su valor y eleva los precios al punto en el que los grupos más vulnerables de la sociedad no pueden acceder a ellos.

En este contexto es donde se encuentra la relación entre la inseguridad alimentaria y la movilidad social. Estar en situación de inseguridad alimentaria, tiene un impacto directo en el desarrollo físico y cognitivo de los individuos, lo que está relacionado con una productividad insuficiente para realizar actividades laborales o académicas que aumenten las oportunidades de la movilidad social ascendente. Es aquí donde la inseguridad alimentaria es una de las causas de la pobreza, al impedir la movilidad social ascendente, y curiosamente también es una consecuencia de la pobreza. Estas variables entran en un ciclo donde una afecta a la otra.

El gran problema que existe en México para atender la inseguridad alimentaria se centra en que las políticas públicas en la materia no están orientadas directamente a ella. Es decir, existen medidas para atacar la pobreza, pero no la inseguridad alimentaria, dado que el enfoque que se le ha dado a estos programas ha sido únicamente un paliativo para combatir el hambre. Una despensa y un comedor comunitario aplicados de manera temporal en una región no solucionan el problema de raíz: únicamente lo atenúan por un lapso determinado. Además, tienen un impacto en la salud de los beneficiarios, ya que se imponen regímenes alimentarios de estilo americano que no convergen con sus hábitos alimenticios tradicionales. Fuera de generar un beneficio, esto puede traer graves consecuencias en la salud de la población y a su vez generar un incremento en el gasto de salud pública. 

Se habla de la cultura alimentaria como pilar fundamental para la alimentación nutritiva, variada, suficiente y estable; si bien esto es relevante, no es funcional tener una cultura alimentaria buena si, de acuerdo a la Food and Agriculture Organization (FAO), los alimentos nutritivos son cinco veces más costosos para las poblaciones vulnerables que los alimentos con alta densidad energética (FAO, 2021). Lo ideal sería que el Estado, los mercados y la sociedad trabajen en conjunto para fortalecer las condiciones en los precios de los alimentos, de forma que las poblaciones más vulnerables puedan adquirirlos. Asimismo, no sólo se trata de asequibilidad, sino de accesibilidad física a alimentos de calidad. 

En un país donde 6 de cada 10 personas se encuentran en situación de inseguridad alimentaria, el hecho de que los individuos tengan agencia para que la movilidad social ascendente sea posible, es un sueño. 

Bibliografía

Food and Agriculture Organization. (2011). La Seguridad Alimentaria: información para la toma de decisiones. 

Mundo-Rosas V, Unar-Munguía M, Hernández-F M, Pérez-Escamilla R, Shamah-Levy T. La seguridad alimentaria en los hogares en pobreza de México: una mirada desde el acceso, la disponibilidad y el consumo. Salud Publica Mex. 2019; 61:866-875.

Villagómez Ornelas, P. (03 de agosto de 2022). Alimentación, nutrición y movilidad social.