La transmisión intergeneracional del trabajo de cuidados

Mónica Abigail Hernández González

Participante en la XII Escuela de Verano sobre Movilidad Social

El curso de vida de las mujeres y los hombres se encuentra enmarcado por las normas e instituciones, tanto formales como informales, que rigen la organización social y económica, resultando así trayectorias y obstáculos diferenciados y condicionados al género. Tradicionalmente, las mujeres han sido las encargadas de los cuidados del hogar, tanto del cuidado de los integrantes como del trabajo no pagado (preparación de alimentos, limpieza y administración del hogar, entre otras cuestiones), lo cual merma sus posibilidades de trabajar, percibir ingresos, acceder a la seguridad social, las pensiones o la acumulación de bienes y, con ello, sus oportunidades de movilidad social ascendente (Orozco 2018; Mancini 2019). 

De acuerdo con el Informe de movilidad social en México 2019 (CEEY 2019), de las mujeres excluidas del mercado laboral (aquellas que quieren trabajar, pero no pueden hacerlo por factores fuera de su control), el 59 % se encuentra en esta situación por tener que dedicarse a tareas del hogar o de cuidados, o por la negación de su derecho a trabajar por algún miembro de su familia. En el mercado laboral, la tasa de participación femenina es mayor en siete puntos porcentuales para las mujeres sin hijos menores de 6 años en comparación de las que tienen un hijo de esta edad (43 % versus 36 %, con datos de la ESRU-EMOVI 2017). 

Por otro lado, las mujeres que dado su contexto específico requieren percibir ingresos, y que aún así se ven obligadas a realizar trabajo de cuidados, tienden a insertarse en el mercado laboral ya sea de forma precaria o por medio de la informalidad, pues las responsabilidades que se les atañen limitan sus posibilidades de elección, lo cual ingiere sobre sus remuneraciones y en el acceso a la seguridad social, y con ello con las posibilidades de movilidad social tanto individual como de su descendencia. 

Lo anterior se evidencia aún más en las niñas. Ante la falta de redes de apoyo o recursos para adquirir trabajo de cuidados remunerado, y siguiendo el rol de género que la sociedad les asigna, suelen ser las niñas quienes se ven obligadas a realizar estas actividades, frenando así sus capacidades para explotar y beneficiarse de su capital humano al delegarles responsabilidades que no les corresponden. Aún si no se les delegan actividades, su movilidad social se ve obstaculizada por la falta de oportunidades mencionadas anteriormente; el CEEY (2019) calcula que dos terceras partes de las hijas de madres dedicadas al trabajo de cuidados experimentan persistencia como amas de casa. 

Lograr que la aparente transmisión intergeneracional de los trabajos de cuidado deje de efectuarse en las mujeres es un trabajo pendiente para lograr que estas tengan acceso a mejores oportunidades y calidad de vida. Si bien se busca el cambio cultural respecto a la concepción de los roles de género, en el corto plazo la política pública puede ayudar a reducir estas desigualdades. En este sentido, se vuelve necesario un Sistema Nacional de Cuidados que permita organizar y diseñar estrategias para el cuidado integral de las personas dependientes, impidiendo así que este trabajo recaiga en una persona y que este no sea remunerado. 

Referencias

CEEY (2019) Informe de movilidad social en México 2019: Hacia la igualdad regional de oportunidades. México: CEEY Editorial.

Mancini, F. (2019) “Movilidad social intrageneracional y desigualdades de género en México”. Documento de trabajo CEEY, no. 8.

Orozco, M. (2018). “El trabajo, los cuidados y la pobreza”. En El trabajo de cuidados: una cuestión de derechos humanos y políticas públicas (págs. 83-94).ONU Mujeres.

2022-01-24T13:18:39-06:00