
Crédito: Este País
La triple jornada: trabajo doméstico, de cuidados y movilidad laboral1
En México, las mujeres enfrentan mayores obstáculos que los hombres para mejorar su situación socioeconómica. Menos mujeres acceden a los servicios de salud por parte de su empleo, se capacitan para el trabajo estando en él, y alcanzan o se mantienen en los estratos de más altos ingresos. Esta desigualdad de oportunidades se debe en gran medida a su carga de trabajo doméstico, a la que a veces se suma la de cuidados. La falta de progreso laboral se magnifica para las mujeres con triple jornada (doméstica, de cuidados y de mercado) respecto a quienes solo atienden su ocupación en el mercado de trabajo. Este es un reto mayúsculo para las políticas públicas.
La desigualdad laboral de género comienza antes de conseguir un empleo. Menos de la mitad de las mujeres mayores de 15 años se encuentran en disposición y posibilidad de buscar una ocupación en el mercado de trabajo, mientras que esta proporción es de cerca de tres cuartas partes para los hombres. La inmensa mayoría de quienes participan en el mercado laboral obtienen un trabajo, pero el doble de mujeres que de hombres termina en actividades no remuneradas. La situación anterior ocasiona que las mujeres tengan la mitad de las probabilidades que los hombres de ascender desde los estratos de menores a los de mayores ingresos.
Un elemento central para explicar la baja participación de las mujeres, su alta tasa de empleo no remunerado y su escasa movilidad de una posición de bajos a altos ingresos es la realización de las tareas domésticas. El 94 % de las mujeres llevan a cabo los quehaceres, compras, trámites, labores de mantenimiento y otras tareas del hogar sin pago alguno. Una forma de apreciar la magnitud que representa el trabajo doméstico femenino es considerando que, de la población total que lo realiza, entre el 70 % y 75 % corresponde a mujeres. Esta es, por así decirlo, la primera jornada de muchas de ellas.
La segunda jornada laboral de las mujeres puede comenzar antes de acudir a su empleo y proseguir después de concluir su horario regular. Se trata de las tareas de cuidados a niños, niñas, personas enfermas o con alguna discapacidad y adultos mayores. Estas incluyen llevar a los menores a la escuela o a las personas que requieren atención especial a sus citas médicas y otras actividades, las cuales pueden extenderse a la comunidad sin cobro alguno. El 37 % de las mujeres que realizan trabajo doméstico también tienen actividades de cuidados. En comparación, por cada hombre que se ocupa de realizar labores de cuidados, hay tres mujeres que se dedican a ellas.
La tercera jornada, la realizada en el mercado de trabajo, por lo general sufre las consecuencias de las anteriores, comenzando por el tipo de ocupación que se obtiene. Entre el cuarto trimestre de 2023 y el mismo periodo de 2024, el 64 % de las mujeres ocupadas que también realizan trabajo doméstico y de cuidados alcanzaron empleos que no les proporcionaron acceso a servicios de salud (IMSS, ISSTE u otro tipo de aseguramiento), ya sea que persistentemente carecieran de él o hayan perdido el que antes recibían. Para las mujeres que solo realizan trabajo doméstico o no se dedican ni a este ni a los cuidados, las cifras son del 60 % y 49 % (ver Gráfica 1).
Gráfica 1

La mayor diferencia en el acceso a los servicios de salud se encuentra en la proporción de mujeres ocupadas que a lo largo de un año se mantienen sin conseguirlo. Para el caso de las que realizan tareas domésticas y de cuidados, la proporción es del 54 %; aquellas que solo llevan a cabo labores domésticas son el 50 %, mientras que quienes no tienen ni una ni otra conforman el 39 %. Claramente, las labores de cuidados se asocian a una menor probabilidad de abandonar empleos sin prestaciones básicas. Quienes típicamente suelen cambiar a empleos con servicios de salud son las mujeres que no realizan trabajo doméstico ni de cuidados.
Para el caso de la capacitación laboral, que considera tanto la obtención de habilidades productivas dentro del trabajo como la asistencia a la escuela fuera de él, las diferencias no son tan notables. Entre el 3 % y 5 % de las mujeres se capacitan durante sus horarios laborales, mientras que entre el 8 % y 13 % acuden a la escuela. Esta última diferencia —la más notable— se da entre quienes realizan tareas domésticas y de cuidados y quienes no tienen ninguna de estas actividades. Por otro lado, la diferencia entre quienes realizan labores domésticas y de cuidados respecto a quienes solo tienen la carga de las primeras nunca supera dos puntos porcentuales.
Una diferencia más notable entre quienes realizan trabajo doméstico o de cuidados corresponde al ingreso. Las mujeres ocupadas que además llevan a cabo ambas tareas ganaban, en promedio, $9,019 pesos al término de 2024. Quienes solo tenían la tarea adicional de labores domésticas percibían un 3.6 % más, mientras que aquellas sin trabajo extra alguno percibían por su ocupación de mercado un ingreso del 11.1 % más alto. La sola realización de labores domésticas ya representa una desventaja, pero esta se amplía significativamente al dedicar tiempo a los cuidados. Sin embargo, no solo el nivel de ingresos se ve afectado, también su trayectoria.
Quienes se encuentran en el 20 % de la población de mujeres con menos ingresos tienen una persistencia en ese grupo o posibilidad de ascender a otros muy diferentes según su carga de tareas. De las mujeres en este estrato que realizan labores domésticas o de cuidados, el 59 % permanecen con los menores ingresos a lo largo de un año, en comparación con el 51 % de quienes solo realizan trabajo doméstico y el 23 % de las que no realizan ninguna de estas actividades (ver Gráfica 2). Esto significa que superar la pobreza laboral (no contar con remuneraciones por trabajo que permitan adquirir la canasta básica de alimentos) es más difícil para las mujeres con triple jornada.
Gráfica 2

Por otra parte, ascender al 20 % con mayores ingresos a partir del otro extremo de la distribución es más probable para quien no tiene que realizar labores domésticas ni tareas de cuidados que para los que tienen la primera o ambas cargas de trabajo no remunerado. La diferencia es notable entre las mujeres que solo tienen que atender su empleo de mercado (el 8 % logran el ascenso) y el resto, del cual asciende entre el 4 % y 5 %. Esto significa que si bien la actividad de cuidados es un freno a la movilidad económica, el trabajo doméstico que no los incluye también lo es, y frecuentemente, como en el caso de la capacitación, la diferencia entre estas cargas es pequeña.
Los resultados anteriores confirman que las tareas de cuidados representan un obstáculo para la movilidad social en el mercado de trabajo, lo que refuerza la importancia de las políticas nacionales y locales para constituir un sistema de cuidados como parte de un sistema de protección social universal. Este sistema debe contemplar la atención a la primera infancia, las escuelas de horario extendido y las visitas domiciliarias a personas enfermas, con discapacidad y adultos mayores, entre otros servicios. Sin embargo, los hallazgos también apuntan a que se debe prestar especial atención en delimitar los alcances de estas políticas.
Dado que del 94 % de las mujeres que realizan trabajo doméstico el 37 % corresponde a mujeres que también llevan a cabo labores de cuidados, la construcción de un sistema de cuidados atenderá una dificultad central para la movilidad social de alrededor de un tercio de todas las mujeres mayores de 15 años. El resto continuará enfrentando los problemas de movilidad social asociados a tener que dedicar tiempo a las tareas dentro del hogar diferentes a los cuidados. Mientras estas actividades no sean asumidas en mayor medida por los hombres permanecerá un serio obstáculo a la movilidad social de las mujeres.
Si bien las políticas de construcción de un sistema de cuidados pueden alentar la participación de las mujeres en el mercado de trabajo e impulsar su movilidad social, en la medida en que ellas deban continuar haciendo otras tareas dentro del hogar se mantendrá su baja movilidad laboral. Con frecuencia, la movilidad social no es muy distinta entre quienes realizan otro tipo de trabajo doméstico y quienes además llevan a cabo las labores de cuidados. Por este motivo, esperar que los problemas de movilidad social de las mujeres se solucionen con el establecimiento de un sistema de cuidados es demasiado optimista.
Los resultados presentados indican que las personas que tienen una triple jornada enfrentan a una importante dificultad para alcanzar empleos de calidad. Las políticas relacionadas a los cuidados liberarían el tiempo de muchas mujeres para que puedan colocarse en los empleos disponibles con menos restricciones derivadas de sus otras tareas. Esta ampliación de las oportunidades de bienestar es una de las grandes contribuciones de un sistema de cuidados. Para potenciar esta contribución será necesario retomar la senda del crecimiento económico incluyente basado en la creación de empleos de calidad abiertos para todos.
1 El presente artículo está basado en el Boletín de Movilidad Social en el Mercado de Trabajo número 10, del Centro de Estudios Espinosa Yglesias, en el cual se puede consultar la fuente específica de cada dato presentado.
* Director de Movilidad Social en el CEEY.
* Columna publicada originalmente el 9 de junio de 2025 en Revista Este País.