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Las contradicciones ambientales de EU

Julio Serrano*

John Kerry, enviado presidencial para el Clima de Estados Unidos, se reunió ayer en Palacio Nacional con López Obrador. Pidió que México acelere la adopción de energías limpias y criticó la reforma eléctrica del Presidente.  

Antes de aplaudir la postura ecológica de Kerry y condenar por completo la de López Obrador vale la pena ponerlas en contexto. Empiezo diciendo lo obvio: todos (gobiernos y personas) tenemos que hacer lo posible para evitar un desastre climático. El peligro es real y el mundo en conjunto tiene que actuar. Pero el diablo está en los detalles.  

Los costos de las medidas importan. Hay que tomar en cuenta otras prioridades. En ocasiones, la retórica a favor del medio ambiente no está acompañada de acciones consistentes. La situación económica es fundamental: la capacidad de un país como el nuestro de tomar acciones similares a las que adoptan países ricos no es igual.  

Mientras que altos funcionarios como Kerry impulsan la adopción de energías renovables, su jefe, el presidente Biden, busca negociar con distintos países una mayor producción de petróleo para evitar que suban más los precios de la gasolina y le afecte en su popularidad con los votantes. En otras palabras, quieren energías limpias y al mismo tiempo petróleo barato. Si realmente estuvieran más preocupados por el medio ambiente que por su situación política no les importaría que suba el precio. De esta manera se desincentivaría el consumo de un combustible contaminante y se empujaría a los consumidores a favorecer energías limpias.  

Para llegar a emisiones cero se tiene que eliminar el consumo de petróleo. Está claro que no se puede lograr en el corto plazo, pero ese es el objetivo final. El problema es que los políticos, incluso los más ecológicos, no se atreven a echarse encima a los electores con fuertes aumentos en el precio de la gasolina. Macron, el presidente de Francia, lo intentó y casi lo tumban las protestas que provocó. Biden sabe bien las consecuencias y está haciendo lo imposible para que no aumente el precio: desde pedir a los líderes de Arabia Saudita que produzcan más petróleo hasta buscar abrir zonas federales de EU para extraer mayores cantidades. En muchos sentidos, EU no está predicando con el ejemplo.  

Por otro lado, México no se puede dar el lujo de adoptar las mismas medidas para combatir el calentamiento global que EU. No tiene el dinero. Por ejemplo, los coches eléctricos, una de las mayores apuestas de nuestro vecino, continúan siendo un lujo. Los pueden comprar algunos estadounidenses acaudalados —y aún en estos casos cuentan con generosos subsidios estatales—, pero en países como el nuestro, están fuera del alcance de la enorme mayoría de la gente. 

México es un país petrolero. El hidrocarburo nos ha generado enorme riqueza y todavía tenemos cientos de miles de millones de dólares enterrados en el subsuelo. No aprovecharlos implicará dejar de obtener recursos públicos que pueden destinarse a programas sociales o a educación. 

*Integrante del Consejo Directivo del CEEY. Correo: [email protected]. Columna publicada originalmente el 10 de febrero de 2022 en Milenio

2022-02-10T13:22:35-06:00