Foto: lopezobrador.org

Las decisiones tienen consecuencias

Julio Serrano*

Las decisiones tienen consecuencias. Si se toman desde una posición de gran poder y son equivocadas, pueden tener grandes y terribles consecuencias. Eso sucedió con la decisión de José López Portillo de expropiar la banca hace cuarenta años. López Obrador también ha tomado decisiones que resentirán generaciones futuras. Una de ellas es la cancelación del aeropuerto de Texcoco.  

La historia tiende a repetirse. Es fundamental recordar constantemente los errores cometidos para evitar que se vuelvan a cometer. El 1 de septiembre de 1982, en su último informe de gobierno, el entonces presidente López Portillo anunció la expropiación de la banca. Fue un acto de desesperación. El país se encontraba en una profunda crisis económica y necesitaba alguien a quien culpar. Los banqueros fueron sus villanos de elección.  

Su estrategia de evadir su responsabilidad no le funcionó a López Portillo y hoy es recordado como uno de los peores presidentes de la historia de México. En lugar de mitigar la crisis, su decisión de expropiar la banca la exponenció. El resultado fue la llamada “década perdida” de los ochenta. Perdida también fue una generación de banqueros de profesión, quienes fueron marginados al convertirse el gobierno en el dueño del sistema bancario.  

Cuando se reprivatizaron los bancos a principios de los noventa, muchos de los compradores no tenían la experiencia para operarlos, lo que contribuyó a la quiebra del sistema bancario (y al tan criticado, pero necesario, rescate del Fobaproa). Cuando resurgió la banca, la mayoría quedó en manos de extranjeros. No es una exageración afirmar que parte de la extranjerización de la banca mexicana tiene sus raíces en la expropiación.  

Otras ramificaciones de la expropiación fueron políticas. El PAN se fortaleció al capturar la simpatía de la clase media y de los empresarios inconformes con la decisión de López Portillo. El PRI se debilitó. La izquierda se consolidó.  

La decisión de López Portillo representa hasta hoy un referente de abusos mayúsculos del poder ejecutivo. Resulta que la expropiación de la banca contravenía la Constitución. Sin embargo, esto no fue impedimento para el Presidente, quien ordenó cambiarla post facto.   

López Obrador no tomó la decisión de cancelar el aeropuerto de Texcoco desde una posición de debilidad, como lo hizo López Portillo con la banca. Al contrario. Fue desde una posición de fuerza, para manifestar su poder. Sin embargo, las consecuencias no dejan de ser desastrosas. Los costos los pagaremos por décadas.  

De entrada, está el costo de cancelar una obra de una tercera parte terminada con más de 100 mil mdp ya invertidos. Más relevante aún es la pérdida de la oportunidad de tener un aeropuerto de clase mundial y hub regional, con el daño económico que esto significa.  

Aunque la decisión de López Obrador no fue una muestra tan flagrante de abuso de poder como la de López Portillo, hacer tanto daño por un capricho no deja de serlo. 

*Integrante del Consejo Directivo del CEEY. Correo: [email protected]. Columna publicada en Milenio el 8 de septiembre de 2022.