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Las facturas de largo plazo de AMLO

Julio Serrano*

Nos lo advirtió. Cuando llegó al poder, López Obrador anunció que su propósito no era cambiar al país sino transformarlo. Lo está cumpliendo. Muchas de sus decisiones trascenderán su sexenio. El problema es que buena parte será en sentido negativo. 

Ejemplos no faltan. Arrancó su gobierno cancelando el aeropuerto de Texcoco a pesar de ser la mejor opción. Tener una infraestructura aeroportuaria inadecuada nos afectará por décadas. Dejaremos de recibir turistas y negocios que con un aeropuerto de primer mundo habríamos recibido. No nos convertiremos en un hub de interconexión regional como lo pudimos haber sido. No importa que la oposición gane las próximas elecciones, el daño está hecho. 

Lo mismo sucede con la contrarreforma educativa. Quitarle al sindicato de maestros —y en particular a las corrientes más radicales como la CNTE— el control de la educación costó sangre. La reforma de Peña Nieto tenía deficiencias, pero se podían rectificar sin volver a empoderar al sindicato. Marginarlo de nuevo tomará mucho tiempo y esfuerzo. Mientras tanto, los niños pagarán el precio de una inferior calidad académica.

El daño potencial de la nueva Ley de la Industria Eléctrica y de la reciente iniciativa del Presidente de darle más poder a Pemex tampoco se revertirá en el corto plazo. Si la inversión privada en el sector energético se frena por estas razones —como todo indica que sucederá— entonces el país tendrá menos y más cara energía en el futuro. 

Otra cuestión que no será fácil resolver, aunque venga un cambio de gobierno, es el mayor poder que el Presidente le ha concedido al ejército. Una vez que se acostumbre a construir obras y a participar en la vida económica del país, no veo fácil que de un día para otro el ejercito esté dispuesto a ceder sus privilegios.

Un último ejemplo de factura que le puede dejar López Obrador a administraciones futuras es su plan de incrementar las pensiones de adultos mayores. La intención es la correcta. No hay duda de que la gran mayoría de los adultos mayores necesita mejorar sus condiciones de retiro. Con la reforma del Presidente, se aumentará el pago bimestral de los actuales 2 mil 700 pesos a 6 mil pesos en 2024 y se reducirá la edad para recibir el apoyo de 68 a 65 años. Buenos, pero caros deseos. 

Para cumplirlos, el presupuesto del programa tendrá que incrementarse en la friolera de 235 mil millones de pesos en cuatro años. Y la cuenta seguirá subiendo exponencialmente ya que la población del país se está envejeciendo.

Por lo mismo, el mayor agujero presupuestal se dará en sexenios futuros. Se podría desactivar si el gobierno impulsa una reforma fiscal efectiva que cubra los costos del ajuste e impulse el crecimiento económico. No estoy optimista que esto suceda. Tampoco se ve fácil que se reviertan los nuevos beneficios a los adultos mayores. Una vez otorgados se vuelven prácticamente derechos adquiridos. 

La transformación que impulsa López Obrador dejará facturas que van mucho más allá de su gobierno.

*Consejo Directivo del CEEY. Correo: [email protected]Columna publicada originalmente el 1 de abril de 2021 en Milenio. 

2021-04-05T13:23:04-05:00