Crédito: Arena Pública
Lo peor del sexenio que termina
Mentir, robar y traicionar a la ciudadanía resume lo peor del gobierno que agoniza. Estos atropellos son una mezcolanza de incompetencia administrativa y perversidad política, cuya ambición es hacer historia con una arcaica y difusa visión de país y una siempre fresca y clara pretensión de poder y superioridad moral. La secuela de estas ruindades es una gran destrucción institucional con poco que ofrecer a cambio.
Cuando el Presidente presumía sus principios de “no mentir, no robar y no traicionar al pueblo” involuntariamente decía de lo que carecería su gobierno. La industria del recuento de mentiras, de la denuncia de posibles corruptelas y del señalamiento de virajes abruptos en este sexenio ha prosperado a tal punto que hacer un repaso completo de las tropelías es imposible, pero valgan los siguientes ejemplos.
La tendencia a la mentira contumaz se ilustra rotundamente con la afirmación de tener un sistema de salud como el de Dinamarca o mejor. El tamaño de la mentira puede medirse por más de 70 declaraciones presidenciales anunciando lo que nunca ocurrió y por la pérdida de acceso a los servicios de salud de 30 millones de personas entre 2018 y 2022, más de cinco veces la población de … Dinamarca.
El tamaño de las mentiras presidenciales viene aparejado de su frecuencia. Spin-Taller De Comunicación Política contabiliza más de cien mentiras por intervención matutina de López Obrador, de manera que no resultan en un desliz o en una “sincera falta a la verdad” sino en una estrategia que confunde, engaña y distrae la discusión de los asuntos públicos. Así, su mentira más grande ha sido que no mentiría.
El caso emblemático de corrupción del presente sexenio es el fraude a Segalmex por 15 mil millones de pesos en alimentos que nunca llegaron a las familias pobres a los que supuestamente estaban dirigidos. El monto duplica la ya cuantiosa corrupción de la llamada “Estafa maestra” en el gobierno de Enrique Peña Nieto y es más de 65 veces el tamaño del daño al erario ocasionado por el sobrecosto de la “Estela e Luz” con Felipe Calderón.
Los indicios de grandes casos de corrupción no deben distraer de su persistencia cotidiana. De acuerdo al Índice de Percepción de la Corrupción de Transparencia Internacional, las personas consideran que en los últimos cuatro años no ha habido progreso alguno en su combate, con lo que México permanece entre los países más corruptos, en el lugar 126 de 180 naciones. Una forma de corrupción es anunciar su combate y luego renunciar a él.
La traición a los ciudadanos más evidente ha sido la militarización de la seguridad pública. Sucesivamente, se abandonaron los objetivos de sustituir gradualmente la presencia del ejército en las calles por el de policías más preparadas, y de tener un mando civil de la Guardia Nacional. El viraje hacia el empoderamiento del ejército ha terminado por duplicarle el presupuesto que maneja al absorber tareas antes reservadas a civiles.
La lista de personas y grupos que apoyaron a López Obrador y que luego fueron dejados a su suerte, desprestigiados o atacados es amplia. Incluye a funcionarios de su gabinete, periodistas, grupos feministas, madres buscadoras de desaparecidos, los padres y madres de los estudiantes de Ayotzinapa, las ciudades y municipios sin protección ante el crimen organizado y un largo etcétera. Demasiados ‘cambios de parecer’.
En materia de gobierno este sexenio ha sido una suerte de ‘porfirismo inverso’: poca administración y mucha política. Ha predominado una gran incompetencia para operar las más elementales funciones de gobierno como la seguridad, la salud, la educación o la promoción de la actividad económica. En cambio, ha explotado al máximo la rentabilidad política de acciones de poca complejidad administrativa, como el reparto generalizado de dinero.
El fracaso del INSABI muestra la incapacidad de este gobierno de entender y mejorar algo que involucra complejidad y capacidad de gestión. En contrapartida, redirigir recursos de servicios básicos al otorgamiento de transferencias monetarias ilustra el cálculo político de sacrificar la gradual consolidación del bienestar y el fortalecimiento de la movilidad social por la gratificación instantánea y la ganancia política de corto plazo.
La mendacidad, la tolerancia a la corrupción y el viraje respecto a lo prometido, se han hecho en nombre de una transformación ‘histórica’ del país. Si por transformación se entiende el deterioro de la eficacia administrativa y la destrucción de instituciones con el fin de concentrar poder, este sexenio ha sido un gran éxito. Si consiste en sustituir lo existente por algo más funcional para las mayorías, ha sido un rotundo fracaso.
El ‘éxito’ en destruir capacidades administrativas e institucionales ha residido no sólo en la ineptitud de gestión, sino en una vetusta visión del país que se quiere, en un ‘avanzar hacia el pasado’. Promover un gobierno centralizador, un desarrollo económico basado en el petróleo y una ciudadanía desmovilizada, semejante a la hegemonía de partido único, ha conducido al autoritarismo, el estancamiento y la erosión de la democracia.
La reforma judicial con la que se despide este gobierno resume lo peor del mismo. Miente al decir que tal reforma resolverá los problemas de justicia, se apropia de los votos requeridos para aprobarla corrompiendo opositores, y traiciona los más elementales valores democráticos al debilitar la división de poderes. Todo ello lleno de añoranzas por un régimen con una poderosa Presidencia, un servicial Poder Legislativo y un acomodaticio Poder Judicial.
En breve, la administración de Andrés Manuel López Obrador comenzará a ser parte del análisis de historiadores sin el ruido mediático ni la inmediatez del juego político. Lo mejor de este gobierno (que he analizado en mi artículo anterior) y sus peores vicios serán puestos en la balanza, junto con todo lo demás. No descarto que al final haga historia. Estoy cierto en que no la haría por un saldo positivo.
* Director de Movilidad Social del CEEY. Columna publicada originalmente en Arena Pública el 18 de septiembre de 2024.