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Más allá de las instituciones

Roberto Vélez Grajales1

Con motivo del otorgamiento del Premio Nobel de Economía a los profesores Daron Acemoglu, James A. Robinson y Simon Johnson, durante los últimos días, tanto en medios de comunicación como en redes sociales, se ha hecho referencia de manera recurrente a un libro de la autoría de los primeros dos de ellos: Por qué fracasan los países. Entre otras cosas, se ha resaltado que en dicha obra sus autores señalan la importancia de construir instituciones del Estado para lograr el crecimiento económico. Sin embargo, esa fue una de las razones por la que le dieron el Nobel de Economía a Douglas North hace más de 30 años, en 1993. Detrás del concepto de las instituciones se encuentra la idea del respeto a los derechos de propiedad: al tener certeza sobre ellos, la inversión y la innovación se amplían. En lo que se refiere al trabajo de los actuales ganadores, sus hallazgos sugieren que no solamente se trata de eso; de hecho, lo que muestran es que existe una fuerte persistencia institucional a lo largo del tiempo que, en no pocos casos, lo que ha provocado es limitar el crecimiento económico y —yo añadiría— la movilidad social.

En un libro más reciente, El pasillo estrecho, Acemoglu y Robinson añaden el objetivo de la prosperidad y proponen que para lograrla, además del crecimiento económico, también es necesario que haya oportunidades al alcance de todas las personas. En particular, señalan que la pura existencia del Estado de derecho no garantiza la distribución justa y el acceso a las oportunidades. De ahí que apuntan que al Estado de derecho se deben agregar responsabilidades estatales como la dotación de servicios públicos (por ejemplo, la educación).

A los requisitos anteriores Acemoglu y Robinson añaden otro más: la participación política de una contraparte social con la fuerza suficiente para establecer contrapesos efectivos (Leviatán Encadenado). En ese sentido, señalan que tanto la existencia de un Estado despótico (Leviatán Despótico) como la de uno ausente (Leviatán Ausente) limitan la prosperidad y el crecimiento económico. En cuanto al primero, aunque el Estado garantice los derechos de propiedad y la aplicación de las leyes, lo hace de manera selectiva a favor de los dirigentes gubernamentales y sus allegados. Mientras que, en el segundo caso, quienes ostentan las posiciones de privilegio en la jerarquía social imponen sus normas y bloquean el paso de quienes no pertenecen a su grupo. A diferencia de estos dos extremos, el Leviatán Encadenado cuenta con las condiciones necesarias para que se dé una generalización de oportunidades bajo un Estado de derecho, lo cual incentiva la inversión y la innovación y deriva en una experiencia más frecuente de movilidad social ascendente.

El planteamiento de Acemoglu y Robinson resulta crucial para entender el proceso que actualmente se vive en México, así como sus posibles implicaciones. Efectivamente, durante la última parte del siglo XX no bastó con aplicar una serie de reformas estructurales que tenían como objetivo establecer instituciones formales al estilo de la convención de la época. Ante la insuficiencia de resultados y la búsqueda de la construcción de una ciudadanía que se convirtiera en un contrapeso efectivo del Estado mexicano, el país vivió todo un proceso político y social que se manifestó en la escisión del PRI y derivó en una primera alternancia, la del año 2000 con el PAN, que a su vez devino en otra doble alternancia, la vuelta del PRI en 2012 y la llegada de Morena en 2018.

De acuerdo con mi lectura de Acemoglu y Robinson, el fortalecimiento de los contrapesos sociales no debe ampliarse a costa del debilitamiento del Estado mexicano. Tampoco la vuelta a un Estado fuerte sin contrapesos sociales es una solución, como los ganadores del Nobel lo explican con el Leviatán Despótico. En todo caso, lo que se requiere es un fortalecimiento de ambos, de tal manera que se genere un equilibrio funcional, lo cual se traduce en un diseño y operacionalización institucional legitimados a través del consenso político con la sociedad mexicana. Además, fortalecer al Estado no solamente pasa por mejorar el Estado de derecho, sino que también —como los propios Acemoglu y Robinson señalan— requiere de ampliar la cobertura y la calidad de los servicios públicos. De esta manera, las oportunidades se extenderán y la realización de las personas nos llevará a una situación de mayor crecimiento económico, donde el mecanismo para alcanzar una mayor prosperidad se dará mediante un incremento en la frecuencia de experiencia de movilidad social ascendente.

*Columna publicada originalmente en Aristegui Noticias el miércoles 23 de octubre de 2024. 

1Director ejecutivo del CEEY. X: @robertovelezg