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No hay que olvidar por qué ganó AMLO

* Julio Serrano

Con los enormes problemas que enfrentamos y las malas decisiones que ha tomado el Presidente existe el riesgo de que se descalifique todo lo que representa. Esto sería un error. López Obrador llegó al poder con una aplastante mayoría de la votación. Es producto de un genuino hartazgo de la gente con la corrupción y prepotencia del pasado, así como del desprecio de gobiernos anteriores hacia segmentos marginados de la población. 

No porque las cosas vayan mal podemos olvidar el fondo de su victoria y la razón por la que aun en medio de la peor crisis económica en décadas sigue siendo tan popular. Su lectura del electorado fue la correcta, donde ha fallado es en las soluciones. 

La crítica se ha concentrado en el deterioro económico, la creciente inseguridad y la amenaza de la pandemia. Millones de personas han perdido su trabajo. Empresas están quebrando todos los días. La tasa de asesinatos ha aumentado. Miles de personas han perdido su vida a causa del coronavirus.

Por desgracia, este es apenas el inicio. Las perspectivas son peores. Algunos analistas estiman que este año la economía tendrá una contracción superior a 10%. Esta es una cifra alarmante. Tendríamos que irnos casi un siglo atrás para encontrar una caída similar. Los pronósticos acerca del impacto de la crisis en la pobreza son también inquietantes. Más de 10 millones de mexicanos pueden caer en la pobreza, según el Coneval. El acceso a las oportunidades seguramente se reducirá y de la mano la escasa movilidad social ascendente que hay en México. 

A pesar de este contexto, el Presidente mantiene una popularidad muy elevada (encuestas varían, pero consistentemente supera 50% de aprobación). Buena parte de la explicación radica en la inconformidad tan grande de la mayoría de la población con la forma de gobernar del pasado. Es la misma razón por la que López Obrador arrasó en las elecciones. La gente estaba cansada de los excesos y desatención del gobierno a problemas sociales. 

Tan grande es el hartazgo de la población que la mayoría —hasta ahora— está dispuesta a poner a un lado la crisis, la inseguridad, el desempleo, el coronavirus y demás problemas para seguir respaldando al Presidente. De este tamaño es el rencor. El fondo puede ser cuestionable, pero las formas que ha traído a Palacio Nacional —austeridad, cercanía con la gente, sencillez— son bienvenidas y, evidentemente, apreciadas por la gente. 

Sería una pena que con las crecientes críticas a López Obrador se pierda la esencia de su victoria. Su diagnóstico era en gran medida correcto y su actitud la adecuada. El problema es que muchas de sus propuestas, en lugar de ayudar a resolver los temas de fondo, los han acentuado. 

Por más molesta que esté la gente con los gobiernos del pasado, el Presidente no puede asumir que tendrá su apoyo incondicional. Si las cosas empeoran pueden volteársele y así perderá su oportunidad de atacar los problemas de fondo que lo llevaron al poder. Ojalá recapacite. 

* Consejo Directivo del CEEY. Contacto: [email protected] Columna publicada originalmente en Milenio el 24 de junio del 2020.

2020-06-25T10:22:17-05:00