Cuidar a quienes nos cuidan

Mónica Orozco1 y Roberto Vélez Grajales2

En México, la estructura de organización social e institucional restringe las oportunidades y el desarrollo de las personas, especialmente de las mujeres. Esto implica menor movilidad social ascendente para ellas y mayor riesgo, en comparación con los hombres, de perder su posición de origen si nacieron en posiciones de mayor privilegio. En buena medida esta restricción se origina por la sobrecarga de responsabilidades del hogar y los cuidados que como sociedad les asignamos. Además, esta organización repercute en el bienestar de quienes requieren de cuidados, por eso es estratégico completar el proceso constitucional y la creación del Sistema Nacional de Cuidados que se inició en 2020 e iniciar la discusión para aprobar su Ley General. Lo anterior no implica, sin embargo, que los gobiernos locales no puedan por su cuenta avanzar en la materia.

Hay gobiernos estatales y municipales que cuentan con la estructura y la capacidad técnica para crear su propio Sistema de Cuidados (SC), de forma independiente o coordinada con otros niveles de gobierno. Un ejemplo es Nuevo León, donde a partir de un proyecto conjunto entre el Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY) y el Consejo Nuevo León se está trabajando con el apoyo de la Agencia Francesa de Desarrollo (AFD) para explorar soluciones concisas, pues a pesar de ser una de las entidades federativas que brinda mayores opciones de movilidad social ascendente, también presenta espacios de realización menores para las mujeres. La evidencia a nivel nacional muestra que cuando se cuenta con esquemas de protección social y se tiene acceso potencial a servicios para el cuidado infantil, de personas enfermas o con discapacidad y personas adultas mayores en su entorno, las mujeres experimentan mayor movilidad social ascendente. El análisis para Nuevo León con la Encuesta ESRU de Movilidad Social, cuyos resultados están próximos a publicarse, arroja luz en el mismo sentido.

Los SC locales en todo el país pueden contribuir a acelerar el reconocimiento y ejercicio del derecho al cuidado, al ampliar las oportunidades que impulsan la movilidad social de quienes necesitan dar y recibir cuidados. Un SC genera de manera articulada servicios de atención infantil, escuelas de horario completo, clubes de tareas, servicios de atención y cuidado para las personas con discapacidad, enfermas y adultas mayores. Sobre todo, genera mecanismos de corresponsabilidad que impulsan la creación de una economía del cuidado que amplía y formaliza servicios que se prestan dentro y fuera de casa. Los SC se traducen en beneficios como la mejora en el aprendizaje de niñas y niños que incluye su protección y seguridad; mejoras en la salud física y mental de personas con discapacidad, adultos mayores y cuidadoras(es). Además, permite a las mujeres aprovechar de manera distinta parte del tiempo que destinan a cuidar, como por ejemplo, insertándose en el mercado laboral formal.

Es crucial contar con un mecanismo de desarrollo no condicionado por el contexto de origen y nuestras características personales. El reto es no escatimar en el derecho a cuidar y a ser cuidados y, al mismo tiempo, que esto no implique coartar las metas de vida de quienes hoy están encargadas del cuidado. Un SC no es solamente un mecanismo para equilibrar cargas de trabajo, sino un esquema que permite ampliar el espacio de oportunidades sociales y económicas para las mujeres y personas cuidadoras.

La creación de SC locales, sin duda, posicionará a la vanguardia a los gobiernos que tomen esta iniciativa e identifiquen la atención de las desigualdades como la base para el desarrollo y el impulso de la movilidad social, lo que será motivo de reconocimiento público e internacional. Como sociedad ganamos todos.

1 Directora de GENDERS AC e investigadora asociada externa del CEEY. Twitter: @monicaeorozco

2 Director Ejecutivo del CEEY. Twitter: @robertovelezg