Pasar de la pobreza a la clase media, ¿meta alcanzable?

Salir de la pobreza y alcanzar un estado de prosperidad es un problema al que se enfrentan miles de millones de personas en todo el mundo, particularmente después de la pandemia de COVID-19, la cual ha empujado a alrededor de cien millones adicionales a una condición de pobreza extrema.

Ahora bien, la pobreza no solo está relacionada a los ingresos de las personas sino también a su calidad de vida y el acceso que tengan a servicios de salud y a la educación. Aun así, es útil tomar indicadores monetarios para determinar un umbral de pobreza y tener de esa manera una base de partida que además nos permita comparar las circunstancias entre los diferentes países; en el caso de México, se consideran dos tipos de líneas de pobreza, una rural y la otra urbana, y dos niveles para cada una de ellas: pobreza y pobreza extrema.

Tomando en cuenta lo anterior, en México el INEGI ha diseñado un modelo que permite identificar los estratos socioeconómicos y así cuantificar a los integrantes de la clase media en nuestro país —considerando que bajo los parámetros del INEGI, el entorno rural carece de un estrato alto— y de este modo poder observar la evolución de las diferentes clases sociales. Esta evolución, hasta antes de la pandemia, mostraba tendencias positivas: el número de personas situadas en la clase media había crecido más de 4 puntos porcentuales entre 2010 y 2018 y esto responde, grosso modo, la pregunta del encabezado: pasar de la pobreza a la clase media sí es una meta alcanzable.

Por supuesto, la movilidad social ascendente también está sujeta a las condiciones propias de cada país y a las oportunidades de desarrollo de cada sociedad: no es lo mismo avanzar en Noruega que en Burundi y, como se menciona en el Informe de Movilidad en México 2019, “la igualdad de oportunidades no implica igualdad de resultados”.

Esto nos lleva a considerar la propuesta que presenta Gregory Clark en su libro El sol no sale para todos, en la que, a pesar de la prolongada persistencia de ciertos grupos en estratos socioeconómicos altos o bajos, a la larga siempre existe una regresión a la media. El concepto de una “sociedad buena” en la que todos sus integrantes se vean beneficiados no está necesariamente sujeto a las tasas de movilidad social intergeneracional y es posible que sea conveniente un replanteamiento de las intervenciones orientadas a reducir la desigualdad tomando en cuenta el efecto de los valores y las actitudes familiares dadas las recompensas esperadas con base en las diferentes habilidades de los individuos.

El estudio de los apellidos en el desarrollo socioeconómico de los individuos a lo largo de múltiples generaciones deja claro que la movilidad social ascendente no solo es cuestión de “echarle ganas” y que “si las bajas tasas de movilidad social de verdad son una ley natural… entonces deberíamos perder menos tiempo preocupándonos por ellas, y en su lugar, preocuparnos por las instituciones que determinan el grado de desigualdad en los resultados sociales y económicos”.

2021-12-07T12:33:14-06:00