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Pobreza y vulnerabilidad

Roberto Vélez Grajales*

El CONEVAL presentó los resultados sobre la situación de pobreza en México. La comparación entre 2018 y 2022 arroja un saldo neto positivo. Además, hay que mencionar que la reducción en la pobreza y el incremento de la población no pobre y no vulnerable se dio con la pandemia de COVID-19 a la mitad del camino. La composición de los resultados también nos invita a tomar conciencia de los retos por delante: la pobreza extrema no se redujo y la vulnerabilidad contabilizada únicamente por el lado de las carencias sociales se incrementó, principalmente por la carencia en servicios de salud, en una magnitud en número de personas equivalente a la de la reducción en pobreza. De ahí que, para asegurar un mayor espacio de movilidad social, se necesita ampliar el alcance hacia la población en pobreza extrema y minimizar los riesgos para la población vulnerable por carencias sociales.

Una preocupación recurrente cuando se logra reducir la pobreza es que la población que la supera vuelva a caer en ella. Un referente del trabajo empírico sobre la vulnerabilidad de las clases medias es el de Luis Felipe López Calva y Eduardo Ortíz Juárez. Graciela Teruel también ha analizado la dinámica de movilidad absoluta en torno a la pobreza en México en un libro publicado más recientemente bajo el sello del Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY). De hecho, el CEEY ha dado un seguimiento sistemático a la dinámica de entradas y salidas de la condición de pobreza laboral. En general, tanto para la primera década del presente siglo como para el periodo más reciente, la evidencia muestra que las entradas y salidas de pobreza son frecuentes, lo cual implica que existe una dificultad importante para superarla definitivamente.

Por eso, cualquier retroceso en alguna carencia social incrementa la probabilidad de mantenerse o volver a caer en pobreza. Desafortunadamente, estamos frente a un crecimiento dramático en la de servicios de salud: el porcentaje de población con esta carencia creció de 16 a 39 por ciento. Además, la vulnerabilidad debido a esta situación es mayor conforme nos movemos hacia los estratos de ingreso más bajos: para el grupo de ingreso más bajo (último decil) dicho porcentaje pasó de 17 a 67 por ciento. Como también lo reporta el CONEVAL, aunque de 2018 a 2022 el número de atenciones médicas pasó de 45 a más de 49 millones, la proporción que se realizó en un servicio público se redujo de la mitad a un poco más de una tercera parte. De ahí que sea poco creíble que la gente que declara que no tiene acceso al servicio de salud lo haga porque no sabe que sí lo tiene.

Hay que reconocer los avances en materia de combate a la pobreza. Sin embargo, por un lado, es necesario que las políticas activas de mercado laboral establecidas por este gobierno tengan un mayor alcance entre la población en pobreza extrema. Y por el otro, el marcado retroceso en materia de salud hace urgente volver a estructurar al sistema para lograr un avance progresivo con alcance para toda la población. No hay de otra, además de las políticas activas de mercado laboral, para consolidar y profundizar los avances y transformarlos en un mayor espacio de movilidad social hay que contar con bienes y servicios públicos de calidad que, además de garantizar un piso mínimo de bienestar, se constituyan en un mecanismo de protección social que minimice el riesgo de pérdida de avances, a la vez que amplíe las opciones de elección y participación de la población mexicana.

*Director Ejecutivo del CEEY. Twitter: @robertovelezg. Columna publicada originalmente en Reforma el 14 de agosto de 2023.