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Quién debe pagar los costos del calentamiento global

Julio Serrano*

Antonio Guterres, secretario de la Organización de las Naciones Unidas, advirtió en la Conferencia Climática COP27 que se realiza en Egipto que “estamos en una carretera hacia el infierno climático con el pie en el acelerador” y habló de la urgencia de un pacto solidario que lo evite. 

Aunque difiero en el diagnóstico apocalíptico, coincido en que hay una crisis y que para atacarla se requiere de la colaboración de todo el mundo. La pregunta es cómo distribuir responsabilidades. Un punto de partida debe de ser identificar quiénes nos han puesto en la precaria situación climática en la que estamos. No hay que hacer mucha investigación: los principales culpables son los países ricos. 

Durante décadas, EU, Alemania, Canadá y otras naciones industrializadas usaron energías sucias y baratas para impulsar su economía. Las emisiones de carbono que generaron siguen en la atmósfera y representan gran parte del problema de calentamiento que hoy enfrenta el mundo. Pero mientras que los países ricos tienen los recursos para adaptarse a las consecuencias de sus acciones, los pobres no. 

Dicho de otra forma: el costo de la crisis climática está recayendo desproporcionadamente en el mundo en desarrollo aun cuando ha contribuido muy poco a generarla. Ejemplos sobran. Pakistán sufrió fuertes inundaciones este verano que provocaron la muerte de miles de personas. Fiyi tuvo que reubicar parte de su población para evitar que las crecientes mareas las inundaran. Kenia experimentó fuertes sequías. Todo esto ha sido provocado por un calentamiento global en el que prácticamente no tuvieron nada que ver. 

Aún ahora son los países ricos los mayores contaminantes. De acuerdo con cifras del Banco Mundial, la huella de carbono de un estadounidense es 15.2 y la de un europeo 6.5, mientras que la de un mexicano es 3.7 y la de un etíope 0.1. Si agrupamos las naciones entre ricas y pobres, resulta que la huella de carbón de un ciudadano promedio de los ricos es 10.3 mientras que la de uno de los pobres es 0.2. Estamos hablando de ¡50 veces mayor! 

Esto no impide a los ricos aleccionar a los pobres sobre su falta de compromiso ecológico. Por ejemplo, John Kerry, el zar de EU del medio ambiente, no pierde la oportunidad de reprochar el comportamiento ambiental de México aun cuando sus ciudadanos contaminan cuatro veces más que los nuestros. 

Pero los países en desarrollo ya empiezan a cuestionar a los ricos. No se pueden dar el lujo de destinar muchos recursos a combatir el cambio climático cuando hay otras prioridades, como educar a su población y prestarles servicios de salud. Es por eso que en la Cumbre Climática de Egipto les están pidiendo 1.3 billones de dólares (una cantidad similar al tamaño de la economía mexicana) para 2030 para facilitar su transformación hacia energías limpias y adaptarse mejor a las consecuencias del calentamiento global. 

*Integrante del Consejo Directivo del CEEY. Correo: [email protected]. Columna publicada originalmente en Milenio el 10 de noviembre de 2022.