Señales de alarma en el mercado laboral
Rodolfo de la Torre*
La reducción de la pobreza que se había conseguido durante un año fue revertida en el tercer trimestre de 2022, de acuerdo a las más recientes cifras del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval). Aunque está por confirmarse si el dato corresponde a una tendencia, esto sin duda representa una señal de alarma sobre el posible deterioro futuro de las condiciones de vida de la mayoría de la población.
Entre el segundo trimestre de 2021 y el mismo periodo de 2022, la población en pobreza laboral, es decir aquella cuyas remuneraciones por trabajo no le permiten comprar la canasta mínima de alimentos, se redujo en cerca de dos millones de personas. Sin embargo, del segundo y al tercer trimestre de 2022 tal pobreza se incrementó en alrededor de dos millones 175 mil personas.
Los aumentos en la población pobre entre un segundo y un tercer trimestre se han presentado prácticamente en todos los años desde 2017, con la posible excepción de 2020, año para el cual no se tienen información para hacer con rigor esta comparación. Esto hace que sea prematuro establecer que se está en presencia de una tendencia al aumento de la pobreza.
Aunque no existe la certidumbre de que el mercado laboral se encamina a una senda de mayores penurias, hay elementos del mismo que resultan particularmente preocupantes. El primero es la reducción en el ingreso laboral promedio de los hogares en términos reales en el segundo trimestre de 2022, algo que no había ocurrido desde 2020.
El segundo factor es el incremento en la tasa de desocupación para el segundo trimestre de 2022, la cual tampoco había aumentado desde 2020. Este elemento, combinado con la reducción en las remuneraciones medias reales, muestra un inusual debilitamiento de la demanda de trabajo. Esta debilidad no se observaba desde el cierre de 2021, cuando el total de salarios pagados cayó 1.1% en términos reales de un trimestre a otro. En esta ocasión la masa salarial ha caído 2.8%.
Una situación que complica las perspectivas de los trabajadores es la elevada inflación que aún persiste. Al tercer trimestre de 2022 la inflación anual era de 8.5%, pero la de los alimentos alcanzaba el 14%. Para la primera quincena de noviembre la inflación general había cedido ligeramente, pero había aumentado su componente de mayor persistencia, la denominada inflación subyacente.
La elevada inflación alimentaria en México, pese a que el índice mundial del precio de los alimentos de la FAO ha disminuido cerca de 15% desde marzo de 2022, muestra la inefectividad del Paquete Contra la Inflación y la Carestía lanzado por el gobierno en mayo de este año. Las mayores facilidades de importación de alimentos que da el paquete no se están traduciendo en una contención significativa de sus precios.
Frente a esta situación, el aumento en los salarios mínimos queda como una de las pocas herramientas que está dispuesto a utilizar esta administración para mejorar las condiciones de los ocupados, ante la negativa a proporcionar transferencias extraordinarias para compensar el mayor precio de los alimentos. Sin embargo, su efectividad es limitada y cada vez más incierta.
El aumento del 56% en el salario mínimo en los últimos cinco años ha contribuido a un aumento del ingreso laboral promedio de los ocupados en el sector formal de 6% en el mismo lapso, sin efecto apreciable sobre la inflación, la informalidad o el desempleo. Sin embargo, suponer que existe el mismo número de empresas que antes que puede absorber grandes aumentos salariales es una apuesta cada vez más arriesgada.
*Director en Movilidad Social del CEEY. Columna publicada originalmente en Arena Pública el 1 de diciembre de 2022.