Foto: Raquel Moreno / Nexos

Radiografía de la movilidad social en el norte de México

Rocío Espinosa*

México es un país en el cual las condiciones de origen de las personas afectan la posibilidad de que puedan mejorar sus condiciones de vida. Circunstancias fuera del control de las personas, como el ser mujer, el color de piel o la región del país en la cual se nace limitan la movilidad social de las personas. Desde el 2006, en el Centro de Estudios Espinosa Yglesias hemos estudiado (CEEY) las causas por las cuales las personas, aun cuando se esfuerzan, no logran explotar su potencial.

Si bien los estudios que hemos realizado señalan que la región en la que se encuentra Nuevo León es la que cuenta con mejores condiciones para experimentar movilidad social, no contábamos con información con representatividad a nivel estatal. En 2021, gracias a la iniciativa del Consejo Nuevo León, el CEEY levantó la Encuesta ESRU de Movilidad Social para el estado, con datos de mujeres y hombres entre 25 y 64 años de edad, así como de sus hogares de origen (en los cuales vivían a los 14 años de edad) y para tres regiones en su interior: la zona metropolitana (ZM), su periferia y el resto de la entidad. 

Los datos de la encuesta muestran que al menos 35 % de la desigualdad de resultados se debe a circunstancias como los recursos económicos del hogar en el que crecieron las personas, el nivel educativo de sus padres o bien su género; es decir, factores fuera del control de las personas que influyen en sus resultados de vida. Por ejemplo, consideramos dentro del análisis el color de piel, y encontramos que, aunque no tiene impacto en las personas con menores recursos económicos, si lo tiene en aquéllas ubicadas en las mejores posiciones de la escalera social, pues tener un tono de piel morena representa un factor que incrementa el riesgo de perder posiciones en la distribución económica. Si esto es preocupante, para el caso de la población hablante de lenguas indígenas el panorama no es mejor: 8 de cada 10 personas, que hablan una lengua indígena y con origen en hogares de menores recursos económicos, no superan dicha posición en su vida adulta.

También analizamos si las personas tienen mejor condición económica que sus padres (movilidad en recursos económicos), y encontramos que en el estado de Nuevo León 4 de cada 10 personas que vivían a los 14 años en los hogares con menos recursos permanecen en esta situación en su vida adulta. En contraste, 5 de cada 10 personas que vivían en los hogares con mayores recursos no pierden esa posición de ventaja en su vida adulta. 

Además, hallamos que el lugar en el que las personas crecen también juega un papel importante en la posibilidad de experimentar movilidad social ascendente. Al respecto, encontramos que en la zona metropolitana (ZM) hay mayor posibilidad de ascenso que en la zona periférica de Nuevo León o el resto de la entidad, es decir, mientras que en la ZM 3 de cada 10 personas que crecieron en hogares con menos recursos económicos permanecen ahí, en las otras dos zonas (periferia e interior del estado) son 6 de cada 10 personas quienes no logran cambiar su situación económica de desventaja. Entonces, una persona que vive en la ciudad de Monterrey o su zona metropolitana tiene más posibilidades de mejorar su calidad de vida que alguien que vive en la periferia o el resto del estado.

A nivel nacional, desde el CEEY hemos encontrado que para las mujeres es más difícil mejorar las condiciones económicas de origen, y cuando lo logran, es más complicado que permanezcan en posiciones más favorables. Sin embargo, la presencia de servicios de cuidado en las localidades tiene un impacto positivo tanto en los años de escolaridad de las mujeres como en materia de recursos económicos, pues reduce la probabilidad de que las mujeres permanezcan en situación de pobreza e incrementa la posibilidad de salir de ella.

Es importante tener en mente que hay espacios de acción para incrementar la movilidad social de las personas. Por lo tanto, es indispensable contar con políticas públicas incluyentes, como un Sistema Nacional de Cuidados que permita a las mujeres incorporarse al mercado laboral, o contar con protección social universal, por ejemplo, cuya función sea igualar y ampliar las oportunidades y que las personas experimenten movilidad social con vistas a mejorar su nivel de vida. En conjunto, estas junto con otras medidas pueden favorecer a que las personas se perciban como integrantes de una sociedad justa, en la cual sus resultados de vida son consecuencia de su esfuerzo y no de sus condiciones.

*Investigadora del Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY). Artículo publicado originalmente en Nexos el 1 de diciembre de 2022.