Es penoso el aeropuerto de CdMx
Julio Serrano*
Estamos dentro de las 15 economías más grandes del mundo y de los 10 países más visitados. Somos una potencia comercial. Nos merecemos un mejor aeropuerto capitalino del que tenemos.
El Aeropuerto Internacional de Ciudad de México (AICM) es la primera impresión de nuestro país que tienen millones de turistas e inversionistas. Es una pena que esté en tan malas condiciones. Está sucio y mal iluminado, los baños no funcionan, hay pocas pantallas con información de vuelos y algunas no sirven. Los limitados intentos de decoración —una bandera en la zona de migración de la terminal 2— son propios de una escuela secundaria.
Después está la organización o, mejor dicho, la desorganización. Ejemplos hay muchos. Normalmente hay dos filas para pasar migración: una para los mexicanos y otra para los extranjeros. Este es un esquema que se utiliza en todo el mundo para agilizar las filas y darles trato preferente a los nacionales. Sin embargo, la última ocasión que pasé por migración las filas estaban mezcladas. No había ninguna ventaja de ser mexicano al entrar a nuestro propio país.
Otro ejemplo es el desorden en las horas pico de llegada. Si saben en el aeropuerto que hay horarios en los que se concentran muchos vuelos, ¿por qué no meter más agentes de migración para procesarlos? ¿Por qué no abrir las filas para que no se aglutine la gente? La demora en la salida de las maletas es otra falla de logística que frecuentemente enfrentamos los viajeros. Ha habido percances más graves —como la inundación del aeropuerto en septiembre— que han sido tendencia en redes y que dañan la imagen del país. ¿Esta es la cara que le quiere dar México a los ciudadanos del mundo a su llegada?
Lo que es más frustrante es que muchos de los problemas que enfrenta el AICM se pueden resolver con poco presupuesto, sin violentar la austeridad republicana: cambiando focos o coordinando mejor al personal, por ejemplo. Me sorprende que no haya un equipo interno atendiendo estos asuntos. Se conseguiría mucho con poco.
Obviamente el problema de fondo es estructural: necesitamos un nuevo aeropuerto. Las malas condiciones en las que se encuentra el actual es lo de menos. Lo más grave es que está saturado. Por desgracia, el nuevo aeropuerto Felipe Ángeles no es la solución. Está lejos de resolver nuestras necesidades futuras y menos convertirnos en un hub regional que impulse el crecimiento. Sí lo era el aeropuerto de Texcoco que canceló López Obrador en lo que representa el pecado original de su administración. Los aeropuertos son una oportunidad para mostrarle al mundo el compromiso de un país con su desarrollo de largo plazo. Es triste ver cómo nosotros perdimos esa gran oportunidad mientras que Turquía y otras naciones hicieron realidad proyectos de vanguardia.
Las malas condiciones en las que se encuentra el AICM y la decisión de cancelar el aeropuerto de Texcoco para construir el de Santa Lucía dicen mucho de la situación que vive el país.
*Integrante del Consejo Directivo del CEEY. Correo: [email protected]. Columna publicada originalmente en Milenio el 9 de diciembre.