La aporofobia como impedimento de la movilidad social

Daniel Ortega Carmona

Participante en la XII Escuela de Verano sobre Movilidad Social

La movilidad social es un elemento que pone a prueba los principios democráticos cimentados en los últimos siglos, ya que sobre la construcción de este modelo político y social se crean aspiraciones individuales y colectivas en donde se busca, entre otras cosas, sociedades mejor organizadas y justas, gobiernos representativos e inclusivos que velen por el desarrollo y el bienestar de todos los ciudadanos, así como igualdad de oportunidades que permitan reconocer los esfuerzos por encima de las circunstancias de origen de cada uno de los sujetos (Roemer 1997).

No obstante, existen factores que condicionan los elementos anteriormente referidos, la aporofobia es uno de ellos. Este término construido por la española Adela Cortina a mediados de los años noventa, hace referencia al “rechazo, aversión, temor y desprecio hacia el pobre, hacia el desamparado que, al menos en apariencia no puede devolver nada a cambio” (Cortina 2020, pág. 14)

Pero ¿por qué la aporofobia representa un impedimento para la movilidad social? Una respuesta tentativa a dicho cuestionamiento recae en que, más allá de las leyes y normas que mandatan al Estado la garantía de igualdad sustantiva para que todos los individuos gocen del mismo trato y las mismas oportunidades, existen construcciones sociales perversas que constriñen todo esfuerzo para el alcance real de este derecho.

Estos constructos sociales la mayoría de las veces perviven en el inconsciente colectivo, y aunque en las últimas décadas se han diseñado e implementado políticas públicas para prevenir la discriminación, erradicar la xenofobia y combatir el racismo, siguen persistiendo comportamientos y fobias que favorecen la exclusión, la segregación, la desigualdad y el rechazo a la otredad. La aporofobia viene a describir esas acciones que de forma consciente o inconsciente se ejercen sobre los pobres para enclaustrarlos en dimensiones de las que les es difícil salir. 

Como señala Cortina, el pobre para el aporófobo representa una fuente de problemas, ya que desde un pensamiento de superioridad, considera que el pobre padece tal situación por no esforzarse demasiado, por no tener la suficiente preparación académica para hacer frente a los infortunios de la vida, o por no tener la habilidad para establecer redes sociales que le ayuden a salir de tal situación, a su vez, en algunas ocasiones es considerado como una carga para el erario público que no compensa en lo inmediato la inversión gubernamental, con lo que se pone una barrera cargada de sesgos en la que se prima la estigmatización en lugar de la empatía y la solidaridad

Pero no solamente son lo sujetos desde su individualidad quienes realizan actos de aporofobia, las instituciones públicas confluyen con la segregación y la estigmatización, al ofrecer de servicios de mala calidad a estos grupos, un ejemplo de ello es la dotación de servicios públicos que reciben los pobres para hacer efectivos sus derechos, toda vez que, los espacios físicos en donde estudian, la mayoría de las veces, no cuentan con la infraestructura necesaria para garantizar que el derecho se ejerza con calidad, o bien, las rutas de tránsito entre sus lugares de residencia y trabajo son inseguras, con geografías de difícil acceso y con medios de transporte con costes elevados. 

A los casos señalados, puede agregarse la mala prestación en servicios de salud, la falta de inversión en servicios básicos o la falta de difusión de créditos gubernamentales, estos elementos representan un techo de cristal que es muy difícil romper para escalar en los peldaños de la movilidad social.

Referencias

Cortina, A. (2020) Aporofobia, el rechazo al pobre. México: PAIDÓS.

Roemer, J. (1997) Igualdad de oportunidades. Madrid: Simposio sobre igualdad y distribución de la renta.

2022-01-24T11:38:55-06:00