Movilidad social en México: ascendente y descendente

La movilidad social en México, dependiendo de a qué tipo de ella nos referimos, no únicamente se circunscribe a las condiciones de ascenso social en términos del nivel de vida, sino también al grado de fluidez a lo largo de la distribución socioeconómica, la cual, por ende, se traduce en la posibilidad de que haya descenso social relativo, sin que esto implique necesariamente un retroceso en el nivel de vida de quien lo experimenta.

Cuando analizamos la movilidad social, debemos establecer si nos referimos a ella en términos absolutos o relativos,  ya que el primero nos indica la cantidad de cambio en los estándares de vida entre padres e hijos, en términos generales, y el segundo refleja la fluidez en términos de la posición que ocupan los individuos en la escala socioeconómica dada la posición de su hogar de origen. Esta movilidad intergeneracional nos brinda una mejor perspectiva de los cambios sucedidos en el largo plazo, por lo que nos referiremos a ella en esta entrada.

Movilidad ascendente

Conforme los países van alcanzando mayores niveles de desarrollo, y éste se ve reflejado en una mayor proporción de los hogares, se dice que hay movilidad absoluta ascendente. En este sentido, trabajo reciente muestra que las opciones de movilidad social absoluta ascendente en Estados Unidos, por ejemplo, se han ido reduciendo de generación en generación a lo largo del siglo XX.

Por otro lado, la movilidad relativa ascendente nos indica que a pesar de las condiciones de desventaja socioeconómica  del hogar de origen, las oportunidades de desarrollo se encuentran al alcance de las personas nacidas ahí, lo cual deriva en condiciones de competencia parejas, y por ende, en posibilidades reales para ellas de ascenso en su posición en la escala socioeconómica. En ese sentido, la movilidad relativa es un indicador de la igualdad de oportunidades.

Tendemos a pensar – justificadamente – que la movilidad ascendente es sinónimo de progreso, y de hecho, en general, se refleja en una mejoría en las condiciones de vida de las personas que la experimentan. También su existencia es un detonador de las aspiraciones de las personas, en particular cuando la movilidad ascendente se presenta en los estratos socioeconómicos más bajos y se convierte en un impulso para que las personas inviertan en la educación y preparación de sus hijos al ver que sus anhelos son alcanzables.

Movilidad descendente

Podemos decir que la movilidad descendente es simplemente lo opuesto a la ascendente y no estaríamos equivocados. Sin embargo, existe un punto que es comúnmente evitado en las discusiones del tema pero que resulta necesario abordar: la movilidad relativa descendente va de la mano con la ascendente. Sin embargo, como se menciona en el Informe de Movilidad Social en México 2013 del CEEY, dado que refleja el grado de igualdad de oportunidades, la movilidad relativa no es “un juego de suma cero sino … un arreglo conveniente para todos los miembros de una sociedad”.

Implicaciones

Desafortunadamente, el problema que sufrimos en México – y en el mundo en general – es la persistencia de posiciones de padres a hijos en los extremos de la escala socioeconómica. Entre los mecanismos que influyen en esta persistencia está el “acaparamiento de oportunidades” por parte de aquellos en la región superior de la pirámide, que promueve el estancamiento y genera altos costos en términos de justicia social, crecimiento económico y cohesión social.

Este contexto de baja movilidad social, de acuerdo al informe ¿Un ascensor social descompuesto? de la OCDE, incide de manera negativa en la satisfacción, aspiraciones y autoestima de las personas,, socavando a su vez la confianza en el sistema y fomentando las posturas políticas extremistas.

El desarrollo económico y social de la población requiere que se establezca una fluidez social equilibrada y justa, en la que movilidad social relativa sea alta. A partir de ahí, el CEEY considera que la movilidad social ascendente en términos absolutos, está prácticamente asegurada.