Abrir escuelas: “llueva, truene o relampaguee”
Julio Serrano Espinosa*
Concuerdo con López Obrador en que se tienen que abrir a como dé lugar las escuelas. Entiendo que exista preocupación por parte de padres de familia por la salud de sus hijos. Muchos se preguntan si el riesgo de mandarlos a clases no es demasiado alto. El problema es que el costo de que no asistan es mayor.
En la inmensa mayoría de los casos, la educación remota ha sido un fracaso. Quienes más han sufrido son los niños de bajos recursos. La falta de equipo y escaso acceso a internet los ponen en una posición desventajosa. Siete de cada 10 estudiantes en áreas rurales no cuentan con una conexión digital. Menos de la mitad de los hogares del país tiene una computadora. La televisión es un medio muy deficiente para aprender y algunos ni siquiera tienen esa opción.
Yo soy un creyente de la educación digital, pero por el momento no estamos preparados. Las clases presenciales son fundamentales para aprender. A más de un año de haberse cerrado las escuelas, el rezago educativo acumulado es brutal. Las consecuencias se resentirán por años. Las desigualdades entre ricos y pobres se ampliarán y la movilidad social disminuirá.
Los beneficios de abrir no solo son académicos, también son sociales y emocionales. Los niños aprenden de la interacción con otros niños. La escuela les ofrece un lugar para divertirse y ganar independencia. En ocasiones les sirve de refugio de violencia familiar. Para las madres y los padres, el tener a sus hijos fuera de la casa les facilita trabajar.
Lo ideal es regresar a clases presenciales en todos los niveles académicos, pero el énfasis debe de ser en los más bajos. Son los niños más pequeños quienes más necesitan la convivencia física y los que menos peligro corren en caso de enfermarse. Los esfuerzos deben concentrarse en establecer protocolos para hacer las escuelas lo más seguras posible. Ayuda que buena parte de los maestros y del personal de apoyo ya están vacunados.
Con el repunte en contagios detonados por la variante delta, los padres de familia están nerviosos. Pero al final la decisión debe ser un balance entre costos y beneficios. Estudios muestran que la mortalidad del covid en niños es similar a la de la influenza; sin embargo, las escuelas se mantienen abiertas en épocas de influenza y los padres de familia mandan a sus hijos a las aulas.
La postura más fácil por parte del gobierno es mantener las escuelas cerradas. Inevitablemente habrá contagios al abrirlas. Y aunque los riesgos de complicaciones graves para los niños son mínimos, no son cero. Seguro los medios les darán una gran cobertura cuando ocurran y algunos acusarán al gobierno de irresponsable. Por otro lado, existen grupos dentro del sindicato de maestros que buscan mantener cerradas las aulas indefinidamente.
Ante estos obstáculos, aplaudo la disposición de López Obrador de asumir el costo político de impulsar las clases presenciales. No puede ser que los restaurantes y los bares estén abiertos y las escuelas no.
*Integrante del Consejo Directivo del CEEY. Correo: [email protected]. Columna publicada originalmente en Milenio el 29 de julio de 2021.