Coronavirus y desigualdad en México

Valeria Campuzano Gómez

Participante en la XI Escuela de Verano sobre Movilidad Social

Debido a que no existía vacuna o cura contra la COVID-19, las principales medidas preventivas a nivel mundial han sido el distanciamiento social, la cuarentena y el uso de cubrebocas. En México las autoridades invitaron a la población a quedarse en casa y a lavarse las manos con el fin de reducir los contagios. Ambas campañas de prevención deberían ser sencillas de cumplir, pues solo implican no salir de casa y mantener una higiene constante, sin embargo, millones de mexicanos no cuentan con servicios básicos en sus hogares y, en el caso extremo, muchos ni siquiera tienen acceso a una vivienda donde puedan aislarse. Las campañas de prevención parecerían diseñadas para una sociedad mexicana homogénea, cuando la realidad es completamente opuesta. De esta forma, las medidas recomendadas por las autoridades han sido inviables para el sector de la población que vive en condiciones precarias.

De acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, el 44.7 % de las viviendas mexicanas no son dignas (CONEVAL 2018). Asimismo, el último censo arrojó que hay más de siete millones de viviendas que no están conectadas a la red de agua potable y más de 1.5 millones que no cuentan con drenaje (INEGI 2020). Con respecto a las personas en situación de calle, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe calculó alrededor de 14 millones de mexicanos sin acceso a una vivienda (CEPAL 2011). Si los datos anteriores ya son bastante alarmantes por sí solos, en el contexto de la pandemia son aún más problemáticos porque la precariedad habitacional se vuelve un factor de riesgo que aumenta la vulnerabilidad ante la pandemia para aquellos que la sufren. En otras palabras, las condiciones preexistentes de desigualdad en México acentúan los efectos de la pandemia para sectores vulnerables.

Por lo anterior, el discurso que asegura que «el virus no discrimina» no puede estar más errado porque, si bien cualquiera puede contagiarse, hay factores que aumentan la probabilidad de contagio y que potencian las consecuencias negativas del virus. Por ejemplo, una persona de 70 años es más vulnerable que un adolescente; a su vez, los habitantes del Estado de México son más vulnerables que los jaliscienses debido a que en Jalisco hay más del doble de camas por 1000 habitantes que en el Estado de México (Secretaría de Salud 2005). Por consiguiente, es peligroso afirmar que el virus no discrimina en un país con una sociedad tan heterogénea como México.

En resumen,  la vivienda ha sido una de las principales «armas» contra el coronavirus, sin embargo, millones de mexicanos no cuentan con dicha protección. Por lo tanto, es necesario que las acciones que sigan tomando las autoridades para afrontar la pandemia estén apegadas a la realidad de la sociedad mexicana para que puedan ser aplicadas por todos. No pueden ser ignoradas las condiciones de desigualdad preexistentes, pues no todos recibieron la pandemia desde «el mismo piso». Más bien, deben ser consideradas las necesidades específicas de los sectores más vulnerables para que el coronavirus no afecte más a los que anteriormente ya estaban desaventajados.

 

Referencias

CEPAL (2011) América Latina (18 países): personas en situación de pobreza e indigencia. Santiago de Chile: CEPAL. 

CONEVAL (2018) Definición del Derecho a la vivienda digna y decorosa. En Principales retos en el ejercicio del derecho a la vivienda digna y decorosa. Ciudad de México: CONEVAL. 

INEGI (2010) Viviendas particulares habitadas por entidad federativa según disponibilidad de servicios, 2000 a 2010. Instituto Nacional de Estadística y Geografía

Secretaría de Salud (2005) Observatorio del Desempeño Hospitalario 2004. Ciudad de México: Secretaría de Salud.

2021-07-15T23:40:51-05:00