Cuidado con la informalidad
Julio Serrano*
Dentro del torbellino de noticias taquilleras de la última semana (el aumento en la inflación, el retiro del candidato a encabezar Banxico, el decreto para blindar las obras públicas y la creciente participación del Ejército en la vida pública), la más reciente Encuesta Nacional de Ocupación que dio a conocer el Inegi pasó relativamente desapercibida. No debería.
La buena noticia es que no solo se han recuperado los millones de empleos perdidos durante la pandemia, sino que se han creado cerca de 800 mil adicionales. La mala es que de cada 10 de estos nuevos trabajos, nueve son informales. El contraste entre hombres y mujeres en la recuperación del empleo también es notable. Por un lado, son ellos quienes más se han beneficiado de la creación de empleo en la reactivación económica, ocupando más de 90% de las nuevas plazas. Por el otro, las mujeres han capturado los empleos formales generados.
La informalidad es de los problemas más profundos que tiene el país. Más mexicanos trabajan fuera de la legalidad que dentro. El objetivo, por supuesto, es revertir esta situación, y la tendencia había sido positiva… hasta que llegó la pandemia. A partir de entonces la tasa de informalidad en el país ha aumentado de 55.9% de la Población Económicamente Activa (PEA) a 56.3%. Estamos hablando que más de 31 millones de ciudadanos no tienen acceso a seguridad social tradicional. Esta es una cifra alarmante.
Los costos tanto para los afectados como para el país son enormes. Un trabajo informal no tiene ni la seguridad ni los beneficios económicos y sociales de uno formal. Los ingresos son menores y más volátiles. No existe el colchón de una liquidación en caso de perder el empleo. Una emergencia médica puede significar la ruina. No se generan ahorros para el retiro. Durante la pandemia, quienes más sufrieron fueron los informales.
Es marcada la diferencia en productividad entre el mundo formal y el informal. En el primero, los trabajadores generan más ingresos por hora, lo que beneficia a sus empresas y a la economía nacional. Buena parte de la explicación por la que el norte del país es más rico que el sur se debe a la falta de productividad provocada por la informalidad. De acuerdo con la reciente encuesta del Inegi, las tasas de informalidad en Oaxaca, Guerrero y Chiapas son más del doble de las de Coahuila, Baja California Sur y Nuevo León.
Para el gobierno, la informalidad es un lastre. No recauda impuestos de este sector, por lo que se tiene que recargar más en el formal para financiar sus gastos. El problema es que en México los incentivos no están diseñados para fomentar la formalidad. Al contrario. Mientras los trabajadores formales pagan altos impuestos a cambio de tener acceso a un deficiente sistema de salud pública y a una baja pensión a su retiro, los informales reciben beneficios similares gratis. Cambiar los incentivos y crear un sistema de seguridad social que ataque la creciente informalidad debe ser prioridad.
*Integrante del Consejo Directivo del CEEY. Correo: [email protected]. Columna publicada originalmente en Milenio el 25 de noviembre de 2021.