Elecciones en México: desigualdad de género y movilidad social
Hace ya más de 60 años que las mujeres participan con su voto en las elecciones en México, pero este importante avance en pro de la equidad se ve opacado por la desigualdad que aún afecta no solo a las mujeres de nuestro país sino a la mayoría de las mujeres alrededor del mundo.
La falta de oportunidades y la discriminación anulan de manera relevante algunos de los logros alcanzados en materia de igualdad de género, limitando profundamente la movilidad social de las mujeres. En el 2016, cerca de dos millones de personas dijeron haber sido excluidas del mercado laboral por razones de discriminación de género.
La discriminación como trampa de movilidad
A pesar de tener un acceso a la educación similar al de los hombres, las mujeres no gozan de las mismas oportunidades de desarrollo que los hombres en diversos ámbitos, obstaculizando de esta manera su capacidad de movilidad ascendente. Esto tiene consecuencias que van más allá de un perjuicio personal al reducir una representación equitativa en ámbitos como el académico, la administración pública o el sistema judicial, de esta forma contribuyendo a la inequidad en las perspectivas que se presentan para la elaboración e implementación de políticas orientadas a fomentar y establecer condiciones de igualdad. Un círculo vicioso.
Sin profundizar en las razones que generan la brecha de género en la sociedad, podemos fácilmente observar sus efectos negativos en la movilidad de las mujeres, sin importar su condición socioeconómica de origen. Aquellas que se encuentran en el estrato socioeconómico más bajo tienen menos oportunidades de ascenso que los hombres en el mismo estrato, se encuentran en lo que los especialistas llaman suelo pegajoso; de igual manera, aquellas mujeres que están en el estrato más alto están sujetas a una mayor movilidad descendente que los hombres en el mismo nivel, allí lo que se presenta es una condición de techo de cristal.
A esta situación le debemos añadir el efecto de los roles de género establecidos por la sociedad y las diferencias de ingreso que hacen necesario para un gran número de mujeres trabajar más horas que los hombres ya que se espera de ellas que también realicen labores en el hogar. Esta mentalidad promueve un estancamiento que se transmite de padres a hijos, retroalimentando prejuicios que influyen negativamente en la decisión de invertir recursos en la educación, la capacitación laboral y la protección social de las mujeres, particularmente en las zonas rurales.
La brecha de género en México
Actualmente nos encontramos en un proceso de reducción de la desigualdad y se han alcanzado algunas metas gracias al establecimiento de normas como la cuota de género en la participación política. México es el séptimo país en rebasar el 42% de equidad en representación parlamentaria, pero aún estamos rezagados en otras áreas, como la participación de la mujer en la fuerza laboral o la desigualdad en salarios, lo que indica la necesidad de reformas y políticas públicas que impulsen un cambio cultural basado en la justicia social y en la inclusión.
El empoderamiento de la mujer conlleva beneficios que se extienden a toda la sociedad al eliminar de manera paulatina sesgos y barreras a la movilidad social; su participación permite que se tomen decisiones equilibradas y que la administración de los recursos tanto en los hogares como en la sociedad sea más eficiente.
Necesitamos eliminar la desigualdad de género y de esa manera ampliar la dimensión del debate de las políticas públicas para mejorar las perspectivas de desarrollo social de nuestra nación.