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¿Habremos sobrerreaccionado?

Julio Serrano*

Gobernantes del mundo tienen que lidiar con dos objetivos contrarios al enfrentar la pandemia del coronavirus: el de cuidar la salud de las personas y el de proteger la economía. Hay quienes sostienen que el único criterio debe ser el sanitario y que solo los desalmados y mercantilistas pueden tomar en cuenta el factor económico. Se equivocan. Ambos son relevantes. De hecho, todos los días, tanto gobierno como ciudadanos, tomamos decisiones en las que estamos dispuestos a intercambiar salud por bienestar. 

Conducir es un ejemplo. Cada año mueren cerca de 17 mil personas en accidentes automovilísticos en nuestro país. Todas estas muertes podrían evitarse si el gobierno prohibiera los coches o si la gente decidiera no manejar. No obstante, es evidente que el beneficio que trae la movilidad automotriz supera el riesgo de morir en un accidente tanto para el gobierno como para los ciudadanos. 

Fumar y no comer sano son otros ejemplos. El cigarro aumenta de manera significativa la probabilidad de morir de manera prematura mientras que la comida chatarra incrementa el riesgo de contraer diabetes. Sin embargo, el gobierno no prohíbe estos productos y la gente los consume sabiendo que su salud se puede deteriorar gravemente. Casi 60 mil personas mueren al año en México por culpa del tabaco y alrededor de 100 mil por diabetes. 

El punto es que todo el tiempo se toman decisiones en las que se consideran criterios que van más allá de la salud. Con esto no quiero decir que sea un error tomar medidas como el aislamiento social para evitar la propagación del coronavirus. No cabe duda de que han salvado vidas. Solo busco hacer hincapié en que siempre se tienen que considerar otros factores. El remedio no puede ser peor que la enfermedad. 

En México, algunos analistas estiman que la crisis generada por el coronavirus provocará una contracción económica de más de 7%, lo que traerá desempleo y pobreza (hasta 21 millones de pobres adicionales, según el CEEY, institución en la que colaboro). El gobierno dejará de percibir recursos para destinar en programas sociales. Además, existen otros costos del aislamiento social (violencia familiar, depresión, estrés, alcoholismo, drogadicción) que conllevan sus propios efectos en la salud de las personas. Todo esto se tiene que tomar en cuenta. 

Gobiernos y ciudadanos siempre han estado dispuestos a intercambiar salud por bienestar, como es evidente por los ejemplos de arriba. La pregunta clave es cuál será el balance aceptable en le caso del coronavirus. 

No me gustaría estar en el lugar de nuestros gobernantes. Hay gobiernos que han actuado de forma más restrictiva —el de España, por ejemplo— y otros que han sido más permisivos, privilegiando el bienestar, como el de Suecia. El de México en general está en medio, con un amplio espectro dentro de los estados de la República. 

Solo el tiempo decidirá si la respuesta de los gobiernos ante el coronavirus fue la correcta, fue insuficiente o si sobrerreaccionaron.

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2020-04-29T11:56:04-05:00