La debacle educativa que se avecina
*Julio Serrano
Cuando hablamos de las crisis que ha detonado el coronavirus, las que predominan son la económica, la de salud y la de inseguridad. Y no es para menos. Estos tres frentes arrojan resultados alarmantes. Menos evidente, aunque quizá más trascendental, es la crisis educativa que se nos viene encima.
Puede que no esté tan presente por la gravedad inmediata de las otras crisis y porque la mayor parte de sus costos se generarán con el paso del tiempo. Sin embargo, las consecuencias del deterioro educativo que estamos viviendo las resentiremos por décadas.
La semana pasada comenté en este espacio sobre la mayor desigualdad y menor movilidad social que provocará la sustitución de clases presenciales por digitales. Es mucho más difícil para un niño de bajos recursos, sin computadora y acceso a internet, adaptarse a un sistema de educación a distancia que para uno más acaudalado, con las habilidades y herramientas apropiadas. El golpe psicológico de no convivir con sus compañeros también es mayor.
Pero los efectos de la crisis educativa que se aproxima van más allá. Viene un efecto dominó, desencadenado por la crisis económica, que afectará tanto a la educación privada como a la pública. Con menos recursos financieros disponibles, cientos de miles de padres de familia se han visto en la necesidad de cambiar a sus hijos de escuelas privadas a públicas. Esta dinámica ya era evidente desde hace meses, pero el anunció de la SEP de que el ciclo escolar 2020-2021 se llevará a cabo con clases por televisión hasta que el semáforo de actividades permitidas esté en verde magnificó la tendencia.
Ante el éxodo de alumnos a escuelas públicas, las escuelas privadas, con una menor matrícula, están sufriendo por mantenerse a flote. La Asociación Nacional para el Fomento Educativo y la Asociación Nacional de Escuelas Particulares (ANFE-ANEP) estima que cuatro de cada 10 desaparecerá. Así de grave. Estamos hablando de más de 18 mil colegios y de todos los puestos de trabajo —desde maestros hasta personal de aseo— que cobijan. ¿Qué harán los miles de maestros desempleados?
Por si fuera poco, aquellas escuelas privadas que sobrevivan tendrán que enfrentar el reclamo de padres de familia de reducir sus cuotas bajo el argumento de que las clases son a distancia.
Por su parte, las escuelas públicas, de por sí severamente limitadas de recursos, tendrán que absorber una ola de estudiantes provenientes de las privadas: entre 1.8 y 2.1 millones, según ANFE-ANEP. Son cifras alarmantes. El impacto en la calidad de la educación pública —la cual ya dejaba mucho que desear— será significativo. El resultado serán generaciones de jóvenes mexicanos mal preparados.
El Presidente advirtió hace unos días que no habrá apoyo gubernamental para escuelas privadas. Dijo que su responsabilidad es con el sistema de educación pública. Entiendo el argumento. Los recursos del gobierno son limitados en este momento. No obstante, el daño será generalizado. Se viene una debacle educativa.
* Consejo Directivo del CEEY. Correo: [email protected]. Columna publicada originalmente en Milenio el 13 de agosto de 2020.