La tragedia de las deserciones universitarias

*Julio Serrano

Contar con un título universitario tiene mucho valor. Para aquellos que vienen de familias pobres, con padres que no tuvieron la oportunidad de acabar una carrera, puede servir de trampolín hacia una mejor vida. No obstante, la pandemia ha venido a irrumpir el sueño de miles de jóvenes mexicanos de mejorar su condición de origen al obligarlos a abandonar sus estudios profesionales. Las consecuencias pueden ser devastadoras para los afectados. Su movilidad social, de por sí baja, puede estancarse aún más.

Lograr terminar una carrera no es fácil, sobre todo para los mexicanos menos favorecidos. Mientras que casi dos de cada tres hijos de padres con estudios profesionales obtienen un título universitario, sólo cinco de cada 100 padres sin estudios lo logran. Estas cifras nos dan una idea del enorme reto que enfrentan algunos jóvenes para salir adelante. El premio, en la mayoría de los casos, justifica el esfuerzo. Una persona con un título universitario puede esperar ganar, en promedio, 60% más que una con preparatoria y casi el doble que una con secundaria.

Por desgracia, la crisis económica que ha desencadenado el coronavirus ha provocado un éxodo de estudiantes de universidad, principalmente de aquellos que no tienen los recursos para seguir adelante. Dichos estudiantes son precisamente los que más les ha costado llegar donde están y los que más se beneficiarían de un título. Los avances alcanzados en las últimas décadas de ampliar la matrícula universitaria a más mexicanos y así ofrecerles la oportunidad de mejorar sus condiciones de vida están en peligro de revertirse a raíz del tsunami de deserciones que se avecina.

Basta ver lo que está pasando en la UNAM. A unos días del inicio del semestre, el 21 de septiembre, se estima que 20% de la matrícula está en riesgo de abandonar sus estudios. Esta es una cifra alarmante. Son más de 70 mil estudiantes de preparatoria y licenciatura que pueden ver sus sueños de movilidad social desvanecerse.

Las razones son las esperadas. Ante la crisis económica que estamos viviendo, muchos jóvenes no tienen para cubrir los costos que van con sus estudios (alojamiento si vienen de provincia, por ejemplo) o tienen que ayudar a sus familias para salir adelante. Otro factor es la tecnología. Todo indica que el semestre se llevará a cabo en línea. Entre 10 y 40% de los estudiantes no cuentan con computadoras o tabletas para seguir los cursos; 30% no tiene conexión de internet. Un factor adicional son los problemas psicológicos que ha generado la pandemia en los alumnos.

Si esto ocurre en la UNAM, ahora imagínese cuál será el índice de deserción en las universidades privadas, las cuales cobran colegiaturas mucho más elevadas.

¿Qué va a pasar con los jóvenes que se sacrificaron tanto para poder aspirar a un título profesional y que ahora tendrán que dejar la universidad? ¿Cuánto potencial humano se perderá? ¿Cómo se afectará la movilidad social? Las cicatrices serán profundas.

* Consejo Directivo del CEEY. Correo: [email protected]. Columna publicada en Milenio el 17 de septiembre 2020. 

2020-09-18T09:45:43-05:00