Lo que tiene que cambiar en la economía para reducir la violencia contra las mujeres

Entrevista a Eva Arceo
por Sandra Barba

La pregunta por la relación entre el modelo económico y la violencia de género no es, en principio, mala. En esta entrevista, la investigadora y doctora en economía Eva Arceo explica que la desigualdad económica entre mujeres y hombres, sobre todo la dependencia de las primeras a los segundos, sí se relaciona con varias formas de violencia: desde los feminicidios hasta la violencia psicológica. No todo está perdido: Arceo repasa algunas medidas de movilidad social ascendente, exitosas en otros países y prometedoras para las mexicanas.

Ahora que el presidente ha mencionado la relación entre el neoliberalismo y los feminicidios, ¿qué características de este modelo económico derivan en violencia de género?


Podríamos culpar a este modelo económico por basarse en que las mujeres sean las encargadas de las labores de cuidado, y eso permite que los hombres liberen su tiempo por completo para dedicarse a las actividades que sí están remuneradas. Se ha hallado evidencia de que esta desigualdad de acceso al trabajo pagado provoca más violencia. Por no aportar ingresos al hogar, las mujeres tienen menos poder de negociación (los hombres toman las decisiones más fuertes sobre cómo se gasta el dinero, mientras que a las mujeres les dan una especie de mensualidad para sufragar los gastos de la familia). Esta falta de poder de negociación implica muchas cosas; entre ellas, al no tener independencia económica, a las mujeres les cuesta salirse de una relación violenta. De modo que esta desigualdad sí provoca que haya más violencia dentro de los hogares.


Otra bibliografía ha descubierto que cuando las brechas salariales de género se cierran, hay menos feminicidios. Esto revela el poder de negociación del que hablaba. Las mujeres que tienen ingresos propios pueden prevenir la violencia, ya sea porque le ponen un alto al marido o porque lo dejan. Saben que tienen una buena remuneración y no se quedan en el círculo de violencia. Casi la mitad de los feminicidios en México ocurren dentro del hogar, por eso es importante conseguir la igualdad salarial para las mujeres.


En cuanto a la violencia psicológica, algunas investigaciones muestran resultados paradójicos. Un estudio sobre el programa Oportunidades analizó el efecto en la violencia doméstica de las transferencias condicionadas que recibían las mujeres. Se encontró que si bien la violencia física sí disminuía, la violencia psicológica aumentaba. Hay un argumento sociológico que explica que cuando el hombre siente que su rol de proveedor está amenazado, se vuelve más violento en el sentido psicológico e intenta apropiarse, por medio de este tipo de agresión, de los recursos que le están dando a la mujer. El lado optimista de estos resultados es que sí disminuye la violencia física.


Sin embargo, aunque el círculo familiar y social no sea muy violento, las mujeres no pueden hacerse de capital para ellas mismas. Mucha bibliografía indica que, en el mundo y en México, quienes tienen capital son los que más se han enriquecido. De modo que el aumento de la desigualdad tiene este elemento de género: la falta de acceso al capital que padecen las mujeres. Y se explica por varias razones. Una de ellas es que, como nos pagan menos que a los hombres, no acumulamos ahorros y, por lo tanto, no podemos comprar propiedades o hacer otras inversiones. Otra razón: en las sociedades donde aún se cree que el hombre es el proveedor del hogar, las familias tienden a heredarles los activos, en vez de a las mujeres. De nuevo, ellas acumulan menos capital. Todo esto se vuelve un gigantesco círculo vicioso.


En términos económicos, la dependencia que tienen las mujeres del ingreso y el capital de los hombres es uno de los mayores problemas. Por si fuera poco, hay leyes mexicanas que discriminan al asignar esa labor de cuidado a las mujeres, me refiero a las licencias de maternidad, que son para las mujeres y no para los hombres.


¿Qué ha hecho este gobierno, por ejemplo, la Secretaría del Trabajo, para promover un cambio en lo económico que reduzca las violencias de género?


Siento que con esta administración regresamos en el tiempo, a una época en que el Estado decía: yo solo me encargo de lo público, que las mujeres trabajen o no trabajen es un asunto privado, yo ahí no me meto. En el lanzamiento de Jóvenes Construyendo Futuro hubo una discusión porque el programa no tenía un componente de género. El programa no le daba a esas mujeres acceso a guarderías públicas para que pudieran dejar a sus hijos e ir a las capacitaciones. El gobierno no se puede olvidar de la interseccionalidad y la perspectiva de género en las políticas públicas ni de la transversalidad de género en todas las secretarías e instituciones.


En general, me parece que esta administración ha sido especialmente adversa a estos enfoques. Ha eliminado políticas que ayudaban mucho, como las estancias infantiles, y redujo el presupuesto a las escuelas de tiempo completo. Hay evidencia muy fuerte de que ambos programas aumentaron la participación laboral de sus beneficiarias. Al quitarlos, tendríamos que ver el efecto opuesto.

Las expertas coinciden en que tenemos un problema de datos. En el 2011, por ejemplo, el CEEY empezó a incluir el género en su encuesta de movilidad social (Esru-Emovi). Sin embargo, las investigaciones de Data Cívica e Intersecta indican que solo sabemos la escolaridad de las mujeres y niñas que mueren de manera violenta; no conocemos su ingreso.


En la Endireh (Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares) se ve que la violencia se reduce conforme aumentan los ingresos del hogar. Pero depende de qué tipo de violencia estamos hablando.


Yo empecé un trabajo con el CEEY para saber cómo impacta la violencia de género en la movilidad intergeneracional de las mujeres. Entre las primeras cosas que analicé es si el hogar de origen determina cuánta violencia sufres como mujer adulta. Hay dos tipos de violencia que sí tienen una relación clara. Entre más pobre es una mujer, padece más violencia de su pareja y más violencia intrafamiliar; sin embargo, sufre menos violencia en la escuela y en el trabajo. Las mujeres que tienen menos recursos no suelen trabajar fuera del hogar. En cambio, las mujeres de los quintiles más ricos asisten a la universidad y se exponen a la violencia ahí, en las escuelas, y también a la violencia laboral. Ahora, si extrapolamos la violencia doméstica y la intrafamiliar, debería haber un efecto mayor y negativo entre la pobreza y la probabilidad de que te asesine tu pareja.

Haciendo a un lado el ingreso, tenemos problemas para saber cómo afecta el origen étnico y el tono de piel en los feminicidios, en términos estadísticos.


Quizá podríamos saberlo con un algoritmo. Podríamos identificar el tono de piel de las mujeres asesinadas con las fotos que desafortunadamente se siguen publicando. Quizá con las hojas de búsqueda, porque los familiares tienen que llevar una foto de la mujer que desapareció. Podríamos recuperar el tono de piel por medio de un algoritmo; hay unos que empatan el tono de piel con la tabla de tonos del Pantone. Eso en cuanto a los datos públicos.


Otra gran parte de la información sobre feminicidios proviene de los certificados de defunción. En esos certificados se debería intentar recabar más datos sobre los antecedentes de las muertas. Al tener el cadáver, se puede ver el color de piel. Se podría saber más sobre su estatus laboral, sobre el ingreso de su hogar.

En su Informe de movilidad social 2019, el CEEY encontró que 75 de cada 100 mujeres que nacieron en el estrato socioeconómico más bajo, no logran salir de él. ¿Se ha correlacionado la inmovilidad social con los feminicidios?


Seguramente podría hacerse. Sin embargo, lo difícil de medir la movilidad intergeneracional considerando el género es que todas las encuestas formulan sus preguntas al nivel del hogar. No se preguntan quién es el dueño de los activos, solamente si la casa, por ejemplo, es propia o no lo es. Si en el hogar tienen un automóvil, un refrigerador, otras propiedades. Nunca preguntan si los bienes son de ella, de él, de ambos o de alguien más. Al relacionar la Endireh con la Esru-Emovi, propuse estudiar la movilidad a partir del hogar de origen para determinar a qué tanta violencia se enfrentan las mujeres. Deberíamos ver que las mujeres que tienen más activos, tienen más movilidad. Seguramente encontraríamos una relación así porque tener más capital hace que tus ingresos aumenten; si no acumulas capital, te quedas estancada.


Otro factor es el divorcio. Las mujeres que están en el quintil de mayores ingresos suelen descender más que los hombres. (De cada 100 mujeres que nacen en ese quintil, 50 permanecen ahí el resto de su vida, en cambio, 57 hombres permanecen en él.) El divorcio debe ser una de las variables que intervienen en ello. Porque aún no se reconoce la aportación económica que hace la mujer a través de su labor de cuidado. Los activos de la familia, de la producción conjunta en lo público y en lo privado, se los queda el esposo. Esto provoca que las mujeres caigan más que los hombres al cuarto quintil.

Por otra parte, el CEEY encontró una mayor movilidad social en salud de las mujeres, es decir, que viven más que los hombres, por razones biológicas pero también sociales. Sin embargo, estos años extra de vida también las expone a la pobreza o a descender de quintil de ingresos.


Si el esposo trabajó en el sector formal de la economía, la mujer tiene derecho a seguir cobrando su pensión. De lo contrario, no tiene acceso a ella. De acuerdo con los últimos cálculos que vi, el 48% de los mexicanos (hombres y mujeres) participa en la economía informal. Las mujeres suelen trabajar un poco más en este sector informal, aunque la brecha no es enorme. En ese esquema, cuando todos los trabajadores formales tenían pensión, era más sencillo para sus esposas. Aunque si los hombres no estaban pensionados, las mujeres caían en la pobreza. Ahora, con la nueva ley, hay más problemas. Tienes que demandar que la afore es tuya.

¿Qué políticas públicas podrían funcionar para reducir los feminicidios?


En otros países se ha hecho un esfuerzo muy grande, no por medio de los ministerios del trabajo sino con organismos dedicados a velar por la igualdad de todos: hombres, mujeres, por edad, origen étnico, tono de piel, etcétera. Esos organismos tienen además el poder de una supersecretaría. Lo digo porque Inmujeres debería tener más dientes.


En esos países empiezan modificando el sector público. Por ejemplo, en Inglaterra comenzaron con los anuncios de trabajo en ese sector: deben tener un lenguaje completamente neutral y sin estereotipos, además de no pedir que solamente soliciten hombres o mujeres. Ahora estoy investigando esto en México, donde los anuncios de trabajo están muy estereotipados. Cuando quieren que las mujeres sean las que soliciten el trabajo, presentan ciertas características; cuando quieren que lo hagan los hombres, tienen otras características. Incluso en anuncios que no piden específicamente por hombres o mujeres, uno se da cuenta, por el lenguaje que usan, que están dirigidos a un género o el otro. Y esas son las personas que solicitan.


En Inglaterra, en cambio, descubrieron que al quitar todos esos estereotipos, las mujeres empiezan a solicitar puestos a los que antes solamente aspiraban los hombres. Esto hace que la administración pública sea más diversa. Eso es sumamente importante. Al tener perspectivas distintas, se formulan otro tipo de políticas públicas, en lugar de mantener la perspectiva de los hombres de cierto nivel socioeconómico que tienen títulos universitarios.
Otra medida fue pedir que las empresas reporten tanto la media como la mediana de los salarios de hombres y mujeres. Entrenaron al personal de recursos humanos de las empresas para que pudieran sacar ambos estadísticos. A partir de cierto número de empleados, las compañías le informan a ese organismo muy poderoso, que va viendo la brecha salarial de género y cómo se mueve. Lo deseable es que vaya cerrándose con el tiempo. Pero si el organismo descubre que una compañía está estancada o que la brecha es muy grande, hace una serie de recomendaciones y la compañía está obligada a presentar un plan de acción. En suma, sus instituciones tienen dientes.


Es cierto que ponen multas, pero son apenas un toque; para el tamaño de algunas empresas, esa multa no es nada. Lo que hacen es publicar en su sitio web a las empresas que no cumplen. A partir de esa política de la vergüenza, las compañías han intentado llegar a los objetivos de igualdad. En Inglaterra y en países nórdicos, esto ha ayudado mucho. Sí se reduce la brecha salarial, lo que tiene implicaciones en el poder de negociación de las mujeres en las casas. Creo que México podría empezar a hacer esto en el sector público, donde la mayoría de las mujeres están relegadas a posiciones más bajas y salarios inferiores.
Además de estas medidas, el Estado debería igualar las licencias de paternidad y maternidad. Si las mujeres siguen teniendo la mayor carga de cuidado, tienen menos oportunidades de salir del hogar y conseguir un trabajo remunerado.

También se ha visto que la violencia física, psicológica y económica disminuye cuando los hombres participan en las labores domésticas y de cuidado.


Creo que esto tiene que ver con la empatía, con ponerse en los zapatos de la mujer. Siempre que hacemos un trabajo que antes despreciábamos, empezamos a valorarlo. Esto te hace cambiar de chip. Hace que valores más a esa persona en todos los sentidos. La reconoces en toda su dignidad, reconoces lo que aporta aunque no sea en términos monetarios.
Ahora, es necesario hacer que los padres usen las licencias y vayan a cuidar a sus hijos. Debe haber un costo monetario, algo que pese en el rol de proveedor. Cuando las licencias son voluntarias, los hombres no suelen tomarlas.


Hace falta, en general, que las mujeres tengan más representación en todo tipo de espacios: medios de comunicación, empresas, gobierno. Las cuotas sí sirven. Los hombres sienten que son injustas, pero muchas han resultado muy bien. Hay resultados mixtos, por ejemplo, en las empresas que tienen más mujeres en sus consejos de administración. Se ha visto que tienden a subir los salarios de las mujeres en esas compañías, que se cierra la brecha salarial de género, pero hay distintos resultados respecto a su promoción o ascenso. En México, el número de mujeres en consejos de administración es ridícula. A las empresas les haría bien saber que mientras más diverso es su personal, más exitosas son. Eso ocurre incluso en el sector financiero. Las compañías que emplean hombres y mujeres generan más utilidades, más beneficios no solo para sus trabajadores sino para los dueños. Necesitamos este tipo de políticas en el país.

2021-07-16T00:27:45-05:00