Foto: Coneval

Pandemia y medición oficial de la pobreza

*Rodolfo de la Torre

En agosto, el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) anunciará la medición oficial de la pobreza para 2020. Sin sorpresa, se espera un gran aumento del número de personas pobres, y que este se atribuya a la pandemia. Sin embargo, hay datos que señalan que gran parte del deterioro de la situación es previo a la emergencia sanitaria.

La pobreza en México se mide de forma multidimensional, considerando las carencias de alimentación, salud, educación, seguridad social, espacios y servicios de la vivienda, e ingreso. Las dimensiones que podrían contribuir principalmente a una pobreza mayor serían las de salud, educación e ingreso, las cuales presentan problemas previos a la pandemia.

Las cifras del CONEVAL muestran que entre 2018 y marzo de 2020, alrededor de 7 millones de personas se agregaron al grupo que no tiene acceso a servicios de salud, ni públicos ni privados. Este aumento sin precedente revirtió la ampliación de la cobertura del sistema de salud alcanzada en 2015, aún antes de que este se viera presionado por la emergencia sanitaria.

La Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2020 sobre COVID-19, levantada en la segunda mitad del 2020, presenta un panorama aún menos alentador. De aquellos con afiliación o derecho a un servicio de salud, y con necesidad de atenderse, el 56% terminó acudiendo a servicios privados. Esto es indicativo de las limitaciones del derecho a la atención médica ante la pandemia.

Por otra parte, las Principales Cifras del Sistema Educativo de la SEP muestran que, en el ciclo 2018-2019, la cobertura de la educación básica escolarizada se redujo 0.6 puntos porcentuales respecto al año lectivo anterior. Además, el abandono escolar en los niveles primaria y secundaria creció justo antes de la emergencia sanitaria, y se redujo la cobertura de la educación media superior. Estas tendencias no han podido ser detenidas desde 2015.

Para el ciclo escolar 2019-2020 se estima que 890 mil alumnos habrán abandonado la escuela, desde el nivel primaria hasta la educación media superior, debido a las secuelas de la suspensión de clases presenciales. Estos se sumarían a los cerca de 7 millones de personas en edad escolar fuera del sistema educativo que podrían engrosar las filas de la pobreza.

En cuanto al ingreso de los hogares, ya antes de la disrupción de la economía debido a la pandemia había razones importantes para preocuparse. Entre el primer trimestre de 2018 y el primer trimestre de 2020 las cifras del INEGI sobre producción y población muestran que el PIB per cápita se redujo 3.9%, interrumpiendo una tendencia de crecimiento positivo presente desde 2010.

En los seis meses posteriores a la emergencia sanitaria, alrededor del tiempo en que se levanta la encuesta que recaba la información necesaria para calcular la pobreza, el PIB per cápita se habría hundido un 7.5% adicional. Así, cerca de una tercera parte de los cerca de 7 millones de personas que caerían en pobreza de ingresos no se deberían a la pandemia y sus secuelas.

Otras dimensiones ofrecen un panorama incierto, menos adverso o incluso favorable para la reducción de la pobreza. No es claro el impacto final de la pandemia sobre la alimentación; la pérdida de seguridad social puede ser moderada en comparación a otras, y las condiciones de la vivienda es posible que hayan mejorado desde inicio del sexenio sin reversión alguna.

En todo caso, atribuir el incremento de la pobreza de los primeros dos años de la administración sólo a la emergencia sanitaria sería una mentira.

*Director en Desarrollo Social con Equidad del CEEY. Columna publicada originalmente en Arena Pública el 14 de julio de 2021. 

2021-07-14T12:03:13-05:00