Violencia y movilidad social

Rocío Espinosa*

La violencia es un problema con implicaciones múltiples que limitan las opciones de movilidad social, principalmente de las mujeres. Los análisis que hemos realizado en el Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY) han identificado que quienes crecieron en los hogares más pobres tienen mayores posibilidades de permanecer en esa situación durante su vida adulta, y cuando se considera además el género, son las mujeres quienes son más vulnerables. Si a lo anterior se suma vivir en entornos violentos, el obstáculo se vuelve mayor. Una ruta de acción pública que resulta clave para resolver este problema se encuentra en la creación de un Sistema Nacional de Cuidados (SNC).

En un trabajo reciente, Iván Flores, Miguel Székely y Viviana Vélez Grajales analizan la violencia intrafamiliar y su transmisión intergeneracional. El estudio utiliza información de la Encuesta de Movilidad Social de los Jóvenes en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México 2017, realizada por el CEEY en el marco de un proyecto del Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo (IDRC), con la colaboración del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Los autores concluyen que crecer en un hogar con violencia intrafamiliar, ya sea observada o experimentada, guarda una relación positiva con que las y los jóvenes manifiesten conductas violentas. Entre los hallazgos particulares resalta que las y los jóvenes en hogares en los cuales el padre golpeaba a la madre tienen una mayor probabilidad de ser violentados por su pareja, y más en el caso de las mujeres.

Con base en los datos de la misma encuesta podemos ordenar a la población de dos generaciones (padres/madres/tutores e hijas/hijos) en cinco grupos de estatus socioeconómico y analizar su relación con datos de conductas violentas hacia las mujeres. En cuanto a la razón que las y los entrevistados consideran como la principal por la cual las mujeres víctimas de violencia doméstica no piden ayuda, se observa que independientemente del estatus socioeconómico y de la generación, la respuesta más repetida es el miedo. Sin embargo, la frecuencia de dicha respuesta es mayor entre la generación de jóvenes: 80 por ciento en comparación con el 72 por ciento en la generación de adultos. Lo segundo a resaltar es que la frecuencia de respuesta es más similar entre los grupos socioeconómicos de la generación joven. En cambio, entre la generación adulta, en el grupo socioeconómico más bajo el miedo se reporta con una frecuencia mayor que en el grupo socioeconómico más alto: 71 y 61 por ciento, respectivamente. Lo anterior parece indicar un cambio positivo entre generaciones, ya que actitudes violentas que podrían pasar desapercibidas ya no necesariamente lo son. Identificar éstas es un paso relevante para realizar cambios que generen un impacto positivo.

Desde el CEEY hemos señalado que las políticas de cuidados benefician la movilidad social de las mujeres, quienes son las principales encargadas de las tareas de cuidado dentro del hogar. Entre otras cosas, estas políticas juegan un papel importante en la atención y prevención de la violencia, ya que disminuyen la exposición de las personas que requieren de cuidados a situaciones de riesgo. Además, tienen el potencial de generar posibilidades de elección, empoderamiento y autonomía para las mujeres cuidadoras, así como de dotar de seguridad social a quienes trabajan de forma remunerada en esa actividad. Atender la violencia requiere de estrategias integrales que pueden lograrse a través del SNC. De no darse perdemos la posibilidad de erradicar un factor que limita las oportunidades para la generación actual y las que la siguen, provocando de esa manera un espacio menor para la movilidad social.

*Investigadora del CEEY. Columna publicada originalmente en Reforma el 7 de marzo de 2022.

2022-03-08T10:18:27-06:00