¿Es mejor un AMLO popular o impopular?
Apuntes Financieros
Julio Serrano*
Diversas encuestas muestran que la popularidad López Obrador está cayendo. Para sus críticos, esta parecería ser una buena noticia. No estoy seguro. Aunque el creciente rechazo a su gestión puede provocar una serie de ajustes positivos a las políticas del gobierno, un presidente débil en el contexto que se encuentra el país puede traer más problemas que beneficios.
En días recientes se han publicado múltiples encuestas que reflejan una clara tendencia a la baja de la popularidad del Presidente. En la de Buendía & Laredo, por ejemplo, menos de la mitad de los mexicanos afirma que el país va por buen camino, lo que contrasta con casi una tercera parte que así pensaba hace un año. La menor aceptación no solo se aprecia en las encuestas. En sus giras de trabajo, López Obrador está enfrentando audiencias hostiles, algo inconcebible hace apenas unos meses.
Aunado a la menor popularidad —y evidentemente ligado— están el pobre desempeño de la economía y la creciente inseguridad. Esta combinación de factores puede motivar al Presidente a ajustar el rumbo del país y a replantearse políticas, que en opinión de muchos —y yo he criticado algunas de ellas— han sido nocivas para el país. Bajo esta óptica, pronto podría tomar medidas concretas para reactivar la confianza de los inversionistas, como retomar la inversión privada en el sector energético, y replantearse varios de sus programas insignia. También podría reconsiderar posturas que han provocado el malestar de muchos, como la poca sensibilidad que tuvo con los reclamos de las mujeres por la creciente violencia contra ellas.
Este es sin duda el escenario optimista. Pero existe uno alternativo, uno menos favorable, en el que la pérdida de fuerza del Presidente provocada por su menor popularidad detona inestabilidad y un vacío de poder. Una regla de oro es que los vacíos de poder se llenan pronto y no necesariamente con mejores opciones.
Igual que una mayor debilidad de López Obrador puede motivar una nueva actitud, así como un giro hacia políticas que generen confianza y detonen el crecimiento, también puede provocar el endurecimiento del Presidente y, peor aún, el empoderamiento de grupos radicales. Facciones de Morena que están en contra de la inversión privada en el sector energético y que mantienen una ideología más en línea con la izquierda de los años 70 podrían asumir mayor protagonismo.
Claramente mucho dependerá de la reacción del Presidente. En el pasado ha mostrado capacidad para rectificar el rumbo para bien. Aunque en otros casos ha mostrado terquedad en la defensa de proyectos que no hacen sentido. Ahí están el aeropuerto de Santa Lucía y la refinería de Dos Bocas.
Con todo y la caída, la popularidad de López Obrador sigue alta. Es posible que todavía no se genere la presión suficiente para motivar un cambio significativo, pero hay que tener cuidado. Cuando venga (si es que llega), el cambio no necesariamente será en sentido positivo.