Foto: El Universal
El “éxito” de la rifa presidencial
Julio Serrano*
Bajo cualquier criterio ortodoxo, basado en un análisis de costos y beneficios económicos, la rifa del avión presidencial fue un fracaso. Pero ese no es el criterio que predomina en el gobierno de la cuarta transformación. La lógica es distinta. Bajo su óptica, basada más en percepciones populares y cálculos políticos, el resultado fue un éxito.
De 6 millones de boletos de 500 pesos cada uno que se pensaban vender en la rifa, se colocaron menos de 4 millones 700 mil. De éstos, un millón se asignaron al Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi), lo que significa que no hubo una entrada de recursos externos, sino que simplemente fue el gobierno pasando dinero de una bolsa a otra. Del resto de los boletos colocados, cerca de 2.4 millones fueron adquiridos por grandes empresarios —buena parte en la famosa cena de tamales en Palacio— y alrededor de 300 mil por sindicatos (me queda la duda de qué tan voluntarias fueron estas compras).
Esto significa que solo aproximadamente una sexta parte de los boletos, un millón de los seis millones disponibles, fue adquirida por el público en general; una participación muy reducida y seguramente muy lejos de la aceptación popular que esperaba el gobierno.
Después hay que ver los resultados económicos. En premios se fueron 2 mil millones de pesos y otros 500 millones entre gastos administrativos y comisiones a vendedores de boletos, según algunos estimados. Por su parte, los ingresos reales (sin contar los propios fondos que se intercambió de bolsa el gobierno con los boletos del Insabi) fueron menos de 2 mil millones de pesos. Dicho de otra forma, todo indica que la rifa le costó dinero al gobierno.
Pero este análisis está basado en un criterio de pesos y centavos. Bajo este criterio, la rifa fue un fracaso. Vista desde una perspectiva de relaciones públicas, es muy probable que haya sido un éxito. López Obrador ha basado gran parte de su posicionamiento político en el combate a la corrupción y la erradicación de los excesos del pasado. Hablar por más de dos años del avión presidencial como un símbolo de ostentación y culminar con una rifa muy pública representa un triunfo mediático que le puede traer beneficios políticos.
No importa que los resultados económicos de la rifa no sean buenos y que el sector salud, en lugar de recibir más fondos del gobierno, reciba menos. De lo que se va a acordar mucha gente es de la opulencia de gobiernos pasados, del contraste con un Presidente austero que vuela en aviones comerciales, y de sus buenas intenciones de mandar fondos a hospitales y médicos para enfrentar la pandemia. Ese es el público al que se está enfocando López Obrador para mantener su popularidad.
La no rifa del avión presidencial ilustra muy bien las razones por las que es tan popular y tan criticado. La postura depende de quién lo esté juzgando. Por lo pronto, el Presidente, consciente de cuál es su base electoral, declaró la rifa del avión todo un éxito y anunció que vienen más.
* Consejo Directivo del CEEY. Correo: [email protected]. Columna publicada originalmente en Milenio el 24 de septiembre.