La exclusión laboral es un problema de género
Centro de Estudios Espinosa Yglesias
México tiene un problema estructural de exclusión laboral que limita las posibilidades de movilidad social de millones de mexicanas y mexicanos. La gran mayoría de ellas son mujeres. Para ellas el principal factor que las coloca en esta situación se relaciona con cuestiones de género, como el embarazo, el cuidado de niñas(os), adultas(os) mayores o enfermas(os), así como a la prohibición de trabajar por parte de algún familiar.
Antes de la pandemia había 7.2 millones de personas excluidas del mercado laboral, de las cuales alrededor de 5.5 millones eran mujeres. Es decir, por cada hombre excluido del mercado de trabajo, había 3.3 mujeres que también lo estaban. En el momento más crítico de la pandemia para el cual contamos con datos comparables, el número de personas excluidas del mercado laboral aumentó a 8.7 millones. En el caso de las mujeres, el crecimiento fue de casi 900 mil, pasando a casi 6.5 millones. Es decir, la mayor carga de exclusión laboral relacionada con la pandemia profundizó la brecha en contra de ellas.
Si volteamos la mirada 10 años atrás el número de personas excluidas del mercado laboral era exactamente el mismo, 7.2 millones de personas. Lo que sí ha cambiado es la proporción que representan las mujeres en ese número. En esa época, por cada hombre excluido del mercado de trabajo, había 3.8 mujeres que también lo estaban. En un reciente artículo de opinión se muestra que esta carga en contra de las mujeres presenta una gran heterogeneidad regional que se agrava principalmente en los estados del sur del país. Si comparamos la situación de hoy con la de hace 10 años, el recorrido de norte a sur en la clasificación señalada en dicho artículo resulta similar, pero con algunas salvedades que hay que mencionar. La primera es que los dos estados mejor y peor posicionados, respectivamente, no eran los mismos. Por un lado, Baja California (Baja California Sur, hoy) era el lugar con la menor disparidad: por cada hombre excluido del mercado de trabajo, había 2.4 mujeres en esa situación (1.9, hoy). El extremo opuesto era Guerrero (Chiapas, hoy), donde por cada hombre excluido del trabajo había casi cinco mujeres en la misma condición (5.7, hoy). Si bien de los datos nacionales se deriva que la disparidad de género relativa a la exclusión laboral se ha reducido en los últimos 10 años, no podemos perder de vista que esto no se debe a un acercamiento entre los extremos. De hecho, los siete estados que hoy se encuentran peor posicionados presentaban una disparidad menor en el año 2010. Estamos ante una situación en la que la disparidad promedio se redujo, pero empeoró entre los estados peor ubicados. Es decir, nos estamos polarizando.
Al empezar la década, el nuevo Censo de Población y Vivienda nos dice que somos 14 millones de personas más que hace diez años. También nos dice que ya somos adultos, tenemos un promedio de 29 años, estamos envejeciendo. Las cifras de participación económica de las mujeres nos sugieren un avance importante (aunque menos impactante si se contemplan los datos estrictamente comparables con el Censo anterior). A pesar de eso, la brecha con los hombres sigue llamando la atención. En cuanto a exclusión laboral, que es el indicador que aquí se describió, la tendencia promedio es consistente con lo observado en el Censo. Sin embargo, los datos desvelan un problema estructural que permanece y se profundiza en dos sentidos: hay una polarización regional y el impacto de la pandemia afecta más a las mujeres.
Las tendencias no se cambian fácilmente, pero menos si no reconocemos y rompemos los cuellos de botella como los que aquí se han señalado. La desigualdad de género en México persiste. Mientras no acabemos con ella, las opciones de movilidad social para todas y todos seguirán siendo limitadas.