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Clases medias y aspiraciones

Rodolfo de la Torre*

Contar historias es más sencillo que analizar datos. Hablar de una clase media nebulosa y con pretensiones de supremacía moral es una forma fácil de pasar por alto realidades incómodas.

La clase media en México va en declive y con ello su aspiración de impulsar más efectivamente una vida mejor para las siguientes generaciones. Varias investigaciones recientes, y otras no tanto, permiten entender esta catástrofe.

El INEGI presentó hace algunos días su cuantificación de la clase media basada en los gastos de los hogares y en la forma como estos se aglomeran en grupos internamente homogéneos pero claramente diferenciados entre sí. Esta definición de clases sociales, fundamentalmente estadística, arroja que de 2018 a 2020 el porcentaje de personas en la clase media se redujo de 42.7% a 37.2% del total de la población, su nivel más bajo en diez años.

Las definiciones de lo que corresponde a la clase media son variadas y en ocasiones complejas, lo que suele desatar cierto derrotismo analítico (‘es imposible identificarla’). Sin embargo, para los años pertinentes, las magnitudes del INEGI no son muy distantes de las del CEEY (“El México del 2018”), éstas últimas basadas en la posesión de riqueza así como el nivel de escolaridad y la posición en el trabajo de los mayores de quince años.

No sólo los datos son consistentes con un enfoque basado en la posesión de recursos sino también con la autoadscripción de las personas. Hay una notable coincidencia y asociación entre el porcentaje de personas que se consideran así mismas como “clase media”, de acuerdo a Latinobarómetro, y lo que reporta el INEGI (ver columna de Alejandro Moreno “Clase media a la baja”, en El Financiero).

De acuerdo a Latinobarómetro, el declive de la clase media habría empezado en 2018, se habría profundizado en 2019 y, en 2020, ya con la pandemía, este grupo se habría contraído tanto como lo hizo el primer año de gobierno de la presente administración. Según el INEGI, habrían salido 6.3 millones de personas de la clase media entre 2018 y 2020, cifra que complementa el aumento en la pobreza en el país dado a conocer por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social.

El declive de la clase media significa una caída en las aspiraciones generales del país para dar mejores condiciones para la siguiente generación. En la investigación “Percepciones y Movilidad Social en México”  (Duran y Soloaga, 2015) se muestra que las clases medias suelen aspirar en mayor proporción a que sus hijos concluyan la educación universitaria que las de menor posición socioeconómica. Menores clases medias, aspiraciones más limitadas de este tipo.

Por otra parte, la caída en las aspiraciones de los padres se traduce en menores logros para los hijos. El estudio “Determinantes intergeneracionales de la desocupación juvenil en México” (Arceo, 2015) muestra que cuando los padres tienen mayores aspiraciones sobre el logro educativo de los hijos esto se traduce en mayores probabilidades de que estos últimos terminen la escuela y encuentren un empleo.

Claramente, el deterioro reciente de las clases medias no contribuye a que sus legítimas aspiraciones de mejora propia y de sus hijos sean más altas, ni que éstas impulsen más eficazmente los logros educativos de las nuevas generaciones. Si a esto se agrega el cuestionamiento factual y ético que algunos hacen de las clases medias lo que termina haciéndose es echar sal a su herida, o como se diría en buen inglés “to add insult to injury”.

*Director en Desarrollo Social con Equidad del CEEY. Columna publicada originalmente en Arena Pública el 17 de noviembre de 2021.

2021-11-17T11:44:22-06:00