El desorden inmutable
* Rodolfo de la Torre
La presente administración ha desaprovechado lentamente la posibilidad de un cambio profundo hacia un México con menor pobreza, mayor igualdad de oportunidades y crecimiento incluyente.
El desorden y la inconsistencia de sus políticas públicas jugaron un papel central en ello. Con la crisis del coronavirus, hoy ha acelerado el paso en esta dirección, y sólo una sorpresa forzada por las circunstancias podría modificar el curso, hasta ahora inmutable, hacia un desastre económico y social.
El incierto manejo de la economía se tradujo en un leve decrecimiento del PIB en 2019. Esta contracción se profundizó en el primer trimestre de 2020, apenas con unos días de distanciamiento social, y hoy enfrenta un panorama desolador donde el promedio de los pronósticos indica una recesión de más de 7% , con un aumento estimado en la pobreza de entre 9 y 12 millones de personas.
La política económica tiene responsabilidad sobre el estancamiento pasado, pero no sobre los actuales efectos de la pandemia en la producción y el empleo. El problema, sin embargo, es que los recursos movilizados para atender el desempleo y el empobrecimiento masivo no guardan proporción con el problema a enfrentar. Se dedicará menos de 1% del PIB en recursos frescos junto con una improvisada profundización de recortes al gasto público.
Quizás la mayor oportunidad de cambio perdida es en la política social, induciendo su rigidez al incorporar las transferencias directas de este gobierno al artículo 4º de la Constitución. Aquí, el principal desperdicio es confundir un enfoque de derechos con la escritura de parrafos constitucionales. Construir instituciones que permitan defender los derechos sociales de quienes tienen menos medios para hacerlos valer, judicializando tales derechos, es de mayor valor que arrojar dinero con todas las de la ley.
Quizás la mayor oportunidad de cambio perdida es en la política social, induciendo su rigidez al incorporar las transferencias directas de este gobierno al artículo 4º de la Constitución
El cambio constitucional también tiene como saldo un Instituto de Salud para el Bienestar con las mejores intenciones y sin los recursos apropiados. Esto consolida un sistema de salud con primera y segunda clases integradas, según se tenga empleo asalariado formal para entrar al IMSS o se carezca de él. Hoy, con la pandemia, ser atendido por lo que sustituyó al Seguro Popular representa recibir un gasto por beneficiario 30% menor que el IMSS, sin contar las diferencias históricas en infraestructura.
En último término, el gobierno del presidente López Obrador no sólo ha dejado de construir un estado de bienestar basado en la seguridad social adecuadamente financiada, también está debilitado al Estado mexicano arrinconándose con empecinamiento en una crisis atendible y en políticas que no promueven la competencia en los mercados, lo que lo hace hacen cada vez más vulnerable a los intereses económicos que cada vez concentran más poder y que trascenderán su sexenio.
El presidente nunca logró tomar las riendas de los cambios que quería ver plasmados, ni siquiera en la luna de miel económica y política de su inicio de gobierno. Ahora, el asunto está más lejos que nunca de administrar la transformación, y más cerca de atemperar el caos que se cierne sobre el país.
Es tiempo de que recurra a sus más experimentados políticos, a la acción basada en la evidencia y al pragmatismo económico para no heredar un desgobierno histórico.
* Director de Desarrollo Social con Equidad del CEEY | Twitter: @equidistar | Columna publicada en Arena Pública el 17 de junio