Foto: iadb.org

El dilema de abrir o no las escuelas

* Julio Serrano 

Esteban Moctezuma, titular de la SEP, dijo que no correrá riesgos con la salud de los niños. El sistema educativo —sostuvo— fue el primero en cerrar ante la amenaza del coronavirus y será el último en abrir en la “Nueva Realidad”. 

Es difícil cuestionar su posición. No hay mamá o papá que quiera poner en riesgo a sus hijos, y menos al mandarlos a la escuela. Todo indica que el virus estará todavía con nosotros por un buen tiempo, por lo que la postura más conservadora — la que en teoría protegería más a los niños— sería cancelar las clases hasta que esté disponible una vacuna. No antes de 2021. 

Pero por más incómodo que sea, tanto el gobierno como los padres de familia tenemos que cuestionarnos qué tan razonable sería una posición tan drástica. Vale la pena analizar los costos y beneficios de dejar a los niños sin clases presenciales por el resto del año. 

De entrada, los beneficios parecen no ser tan grandes. Al parecer, los niños son menos susceptibles a contraer el virus y contagiar a otras personas. Y cuando lo contraen, los ataca con mucho menos fuerza que a los adultos. El porcentaje de casos graves y de muertes en niños es mínimo. En efecto, el riesgo no es cero y pueden contagiar a gente vulnerable. Sin embargo, varios países con gobiernos sensatos — entre ellos Alemania y Francia— han tomado la decisión de reabrir. 

Ahora los costos. Aunque estoy convencido de que la educación a distancia debe jugar un papel curial en la enseñanza, las clases presenciales siguen siendo indispensables, sobre todo en un país poco digitalizado como México. Millones de niños se están rezagando, en particular aquellos que no cuentan con conexión de Internet y computadoras. Un estudio reciente estimó que el aprendizaje de 10 millones de alumnos en educación básica se está viendo fuertemente impactado por esta razón, lo que se traducirá en menores tasas de graduación de secundaria y preparatoria. 

Hace unas semanas escribí en este espacio sobre las cicatrices laborales que dejará la pandemia en los jóvenes. Las cicatrices educativas serán igual de profundas. De por sí la calidad de la educación en México deja mucho que desear. Conforme permanezcan cerradas más tiempo las escuelas, el rezago será mayor y se irá acumulando en los años subsecuentes. Asimismo, dejar a los niños sin la posibilidad de interactuar con sus compañeros también está afectando su capacidad de desarrollar habilidades sociales, un componte crucial de la educación. 

Por otro lado, está el costo para las mamás y los papás de tener a los niños en la casa. La economía se está reactivando lentamente. Cada vez hay más personas que tienen que salir a trabajar. ¿Cómo le van a hacer no sólo para cuidar a sus hijos sino para apoyarlos con sus estudios? 

Abrir las escuelas sin duda conlleva riesgos. Pero mantenerlas cerradas también. Es importante tener elementos de ambos lados para tomar la decisión y, cuando se decida abrirlas, aplicar las más estrictas medidas de seguridad. 

[email protected] | Consejo Directivo del CEEY | Columna publicada originalmente en Milenio el 15 de julio de 2020.

2020-07-15T12:00:36-05:00