Foto: Alto Nivel

El error histórico de cancelar el aeropuerto de Texcoco

Julio Serrano*

Cancelar el aeropuerto de Texcoco y construir en su lugar el Felipe Ángeles (AIFA) se considerará en el futuro como uno de los errores más graves de López Obrador. Los costos de esta decisión son cada vez más evidentes.  

El sábado, un avión de Volaris que iba a aterrizar en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM) tuvo que retomar el vuelo al ver que otro avión estaba bloqueando la pista. Pudo ser una tragedia de gran magnitud que gracias a la destreza del piloto se evitó. No es el único incidente reciente. En el último año se han reportado 30.   

Aunque la culpa del incidente del sábado se le atribuyó a un error de un controlador de tráfico aéreo, los problemas en los cielos mexicanos son más profundos. Desde hace un año el gobierno de EU nos bajó la calificación de seguridad aérea a un nivel en el que solo ocho países se ubican. 

Varios factores han contribuido al deterioro. Uno es que el año pasado se le recortó casi 40% el presupuesto al organismo que se encarga de dar servicios de navegación en el espacio aéreo nacional. Pero hasta arriba de la lista de preocupaciones está el rediseño del espacio aéreo que detonó la construcción del AIFA.  

Era sabido que no era óptimo operar dos aeropuertos internacionales tan cercanos en el Valle de México. Mitre (la autoridad en el tema aeronáutico) dijo hace años que la combinación AICM-AIFA era “sumamente preocupante al requerir la creación de un espacio aéreo complejo.” Ahora, el propio gobierno parece aceptar este diagnóstico al empujar a las aerolíneas a migrar una cuarta parte de sus vuelos al AIFA y a Toluca para descongestionar el AICM.  

Era obvio desde hace décadas que se requería un nuevo aeropuerto, y tras numerosos análisis de posibles ubicaciones se llegó a la conclusión de que Texcoco era la mejor opción (“un sitio aeronauticamente excelente”, según Mitre). No solo liberaría la congestión, sino que cubriría las necesidades aeroportuarias del centro del país por décadas. Santa Lucía no era viable: además de generar un conflicto en el espacio aéreo, solo serviría como un parche temporal que se saturaría en el corto plazo.  

No importa. Como suele hacer, López Obrador, decidió ignorar la evidencia y optó por desembolsar 200 mil millones de pesos para cancelar un aeropuerto óptimo, construido casi en un 40%, para sustituirlo por otro con capacidad insuficiente y con conflictos de navegación. Su decisión habla mucho de cómo opera. En ocasiones domina el simbolismo por encima del fondo. Prefiere matar un proyecto (o un programa) para demostrar sus supuestas credenciales anticorrupción, aun cuando hace sentido para el país, que arreglar sus fallas.  

La cancelación del aeropuerto de Texcoco es el pecado original de la presidencia de López Obrador. Esperemos que no tengamos un accidente aéreo que convierta a este error histórico en una tragedia histórica. 

*Integrante del Consejo Directivo del CEEY. Correo: [email protected]. Columna publicada originalmente en Milenio el 12 de mayo de 2022.

2022-05-12T11:50:00-05:00