El impacto de la pandemia en la movilidad social

Julio Serrano*

Se ha hablado mucho de las terribles consecuencias de la pandemia en la pobreza y la desigualdad, y con razón. El desempleo que provocó el cierre de negocios empujó la pobreza laboral a casi 5 millones de personas el año pasado. Más de 50 millones de mexicanos (cuatro de cada 10) no cuentan con los ingresos suficientes para adquirir la canasta alimentaria.  

La desigualdad también parece estar creciendo. Los más golpeados por la crisis han sido los que están más abajo en la escala salarial. Mientras que ejecutivos y otros privilegiados lograron seguir trabajando desde sus casas, meseros y otros vulnerables perdieron sus empleos por culpa del confinamiento. Esta divergencia se vio reflejada en el salario promedio de los trabajadores. El único grupo de la población que vio sus ingresos aumentar en 2020 fue el 20% más rico. El que sufrió la peor caída fue el 20% más pobre.  

Pero hay otra víctima de la pandemia que casi no se menciona: la movilidad social. Todos buscamos mejorar nuestras condiciones de vida y que nuestros hijos vivan mejor que nosotros. Para lograrlo, es fundamental que existan oportunidades para progresar. México ya era un país de pocas oportunidades. El coronavirus se ha encargado de reducirlas todavía más, en particular para los que menos tienen.  

Una señal de la falta de movilidad social ascendente que nos espera es el PIB per cápita. Todo apunta a que el mexicano promedio acabará más pobre en el sexenio de López Obrador de como empezó. Algunos analistas estiman que nos llevará cerca de 10 años recuperar el PIB per cápita que teníamos en 2018. En otras palabras, en lugar de mejorar nuestra condición de vida nos estamos moviendo en el sentido opuesto.  

La situación para los más pobres es más precaria. Sus posibilidades de movilidad social ascendente ya eran bajas antes de la pandemia. Tres de cada cuatro mexicanos que nacen en un hogar muy pobre se quedan pobres de grandes. En el sur del país la cifra es casi nueve de cada 10. Ahora que ha crecido el número de pobres en el país y que las oportunidades laborales se han reducido, las posibilidades de escapar la condición de origen serán más escasas.  

El principal motor de la movilidad social es la educación. Entre más lejos lleguemos en la escuela mejores perspectivas de ingresos tendremos. Aquí también las perspectivas son desalentadoras a raíz de la pandemia. La calidad de la educación (de por sí deficiente) se ha deteriorado con las clases a distancia. Seis millones de niños han dejado la escuela. A nivel universidad, el eslabón académico más importante para aspirar a mayores ingresos y movilidad social, cientos de miles de estudiantes han tenido que darse de baja por falta de recursos.  

Es un panorama poco prometedor. Contar con oportunidades para subir la escalera socioeconómica es fundamental para el desarrollo de las personas y del país. Por desgracia, la pandemia ha dañado aún más el motor que detona la movilidad social. 

* Integrante del Consejo Directivo del CEEY. Correo: [email protected]. Columna publicada originalmente en Milenio el 5 de marzo de 2021. 

2021-03-05T13:13:37-06:00