La duplicidad ambiental de los países ricos
Julio Serrano Espinosa*
El calentamiento global es, como su nombre lo indica, un problema global, cuya solución requiere de la participación de todos los países. Sin el apoyo de los que están en desarrollo cualquier esfuerzo se vuelve insuficiente. China, por ejemplo, es el mayor contaminador del mundo.
Los países ricos dicen estar haciendo su parte en la lucha para evitar que el planeta se caliente 1.5 grados centígrados en las próximas décadas (como algunos modelos indican que sucederá de no reducir de manera drástica las emisiones de carbón en la atmósfera) y quieren que los pobres sigan su ejemplo. La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26) que se está llevando a cabo en Glasgow, Escocia, es un esfuerzo para alinear a todos hacia el mismo objetivo.
China y Rusia ya han manifestado su renuencia a descarbonizar sus economías en el futuro cercano. De hecho, ninguno de los líderes de estos dos países asistió a la cumbre de Glasgow; señal de sus prioridades (López Obrador tampoco fue). Quien sí asistió y sí se comprometió fue el primer ministro de India; dijo que su país está dispuesto a alcanzar emisiones de carbono de cero… ¡pero en 2070!
¿Qué tanto podemos criticar a China, Rusia, India y otros países en desarrollo (incluido México) por su aparente falta de compromiso ante el cambio climático? ¿Qué no se dan cuenta de la gravedad de la situación?
Estoy seguro de que son conscientes de la problemática, pero aun así su postura es entendible. No es fácil para las economías pobres transformarse en limpias. De entrada, es muy caro. Aunque ha bajado de precio, la energía renovable es más cara en muchos casos que la no renovable, sobre todo tomando en cuenta que no se genera de manera regular (el sol no alumbra ni el viento sopla todo el tiempo). Esto genera complicaciones como el almacenaje. Los recursos son muy limitados en los países en desarrollo y la transición a energía renovable es cara. Dinero que se destina a este fin es dinero que se deja de gastar en salud, educación y pobreza.
Países como EU, Inglaterra y Alemania, que ahora les exigen a los pobres actuar enérgicamente contra el cambio climático, tuvieron la ventaja de crecer por siglos con energía sucia (y barata). Su desarrollo se llevó a cabo con mucha contaminación. Ahora que son ricos, su población se puede dar el lujo de comprar coches eléctricos y sus negocios de impulsar energías renovables. Países como el nuestro todavía no tienen los recursos para descartar por completo los combustibles fósiles en el corto plazo.
Por esta razón las naciones pobres están exigiendo una compensación económica por parte de los ricos para ayudar en la transformación de economías sucias a limpias. Marcelo Ebrard y otros funcionarios del mundo en desarrollo piden 100 mil millones de dólares anuales para cumplir las metas que se proponen para combatir el cambio climático. Y esta cifra parece baja para la enorme inversión que se requiere.
*Integrante del Consejo Directivo del CEEY. Correo: [email protected]. Columna publicada originalmente en Milenio el 4 de noviembre de 2021.