La pandemia de la desigualdad

Julio Serrano*

No es que la pandemia haya provocado la desigualdad en nuestro país. Solo la evidenció aún más y la magnificó. En distintos frentes estamos viendo cómo las brechas que separan a los de arriba de los de abajo se manifiestan. Menciono tres. 

En primer lugar está la desigualdad en el acceso a servicios de salud de calidad. El coronavirus ha infectado a por lo menos un millón de mexicanos y matado a más de 100 mil, pero los más afectados son los que menos tienen. Quienes tienen la suerte de poder pagar servicios médicos privados y comprar los medicamentos apropiados cuentan con mejores oportunidades de salir adelante en caso de que se complique su salud. 

Los menos afortunados además tienen la desgracia de ser más propensos a contagiarse dada la naturaleza de sus empleos. Muchos trabajan en la informalidad, por lo que carecen de un salario constante. Para cubrir sus gastos, no tienen más remedio que salir a la calle y exponerse a contraer el virus. Ellos no se pueden dar el lujo de quedarse en sus casas. Para los profesionistas es más factible trabajar a distancia dada la naturaleza de sus responsabilidades. 

En segundo lugar está la desigualdad del ingreso. La dinámica es similar a la de la salud. Los trabajos más afectados en la pandemia han sido los del sector de servicios, que desproporcionalmente afectan a los que menos tienen. El turismo, por ejemplo, ha estado muy golpeado. Miles de pequeñas y microempresas han cerrado. El resultado es una disminución en el ingreso de los que ya ganaban poco. 

De acuerdo con el Coneval, entre el primer y tercer trimestre del año, el porcentaje de la población que recibe un ingreso inferior al valor de la canasta básica se disparó 25%. Esto significa que millones de mexicanos cayeron en la pobreza. Mientras tanto, la situación de los más afortunados no se deterioró tanto. Datos del mismo organismo señalan que la diferencia entre los ingresos del quintil más rico de la población contra los del quintil más pobre aumentó considerablemente en el último trimestre de este año en comparación con el mismo periodo del año pasado. 

En tercer lugar está la desigualdad educativa. La pandemia ha ampliado las diferencias entre los estudiantes en escuelas pobres y ricas. Aquellos con acceso a internet y computadoras, que asisten a escuelas privadas con buena infraestructura física y humana para lidiar con la nueva realidad, han logrado adaptarse mejor a la educación remota. 

En contraste, aquellos niños sin las posibilidades de contar con una plataforma digital de aprendizaje y que asisten a escuelas públicas, están obligados a aprender por televisión, un medio que está lejos de ser idóneo para ofrecer la interacción que se requiere en la enseñanza. La consecuencia será una brecha cada vez mayor entre los bien y los mal educados, con serias repercusiones en el mediano y largo plazos en el poder adquisitivo de los estudiantes. 

Si las desigualdades en México eran ya preocupantes, con la pandemia se están volviendo alarmantes. 

* Integrante del Consejo Directivo del CEEY. Correo: [email protected]. Columna publicada originalmente en Milenio el 26 de noviembre de 2020.

2020-11-26T10:37:43-06:00