La silenciosa persistencia del estatus a lo largo de las generaciones
“Puedes transformar una sociedad, pero no puedes cambiar la lenta marcha de la movilidad social…”, nos dice Gregory Clark al explicar en El sol no sale para todos el impacto de las dinámicas familiares en su Ley de Movilidad Social.
Esa aseveración la podemos constatar al estudiar las condiciones socioeconómicas de grupos privilegiados o marginados que han permanecido sin cambios notables en su estatus por hasta 20 generaciones (unos 600 años) en diversos países del mundo, sin importar las características políticas o culturales particulares a esas regiones. A pesar de que siempre existe una tendencia de regresión a la media social, el ritmo de esa regresión es notoriamente lento.
¿Qué sucede entonces con los apoyos institucionales, las acciones afirmativas, la reservación de puestos de trabajo y entradas a universidades del estado para los grupos en desventaja y demás intervenciones orientadas a mitigar la desigualdad? ¿Qué efecto real tienen estos mecanismos en la velocidad de la movilidad social?
La frase de Clark arriba citada implica que esos mecanismos de ayuda sí cumplen el propósito de nivelar las condiciones socioeconómicas y ofrecer mayores oportunidades de progreso y de igualdad para los menos privilegiados, pero también es clara al mencionar que no sirven para impulsar la movilidad. Los factores implicados en este fenómeno, tales como los choques aleatorios (golpes de suerte) positivos o negativos, el estatus social subyacente en la historia familiar, o las prácticas maritales como la endogamia o el emparejamiento selectivo pueden presentar un obstáculo importante para la movilidad al dar pie a la persistencia del estatus familiar (ya sea alto o bajo) por largos períodos.
Tenemos, en términos generales, la idea de que una “buena sociedad” es indicación de una alta tasa de movilidad social. Sin embargo, una vez que los apellidos y su historia son puestos bajo la lupa, surge una imagen que va más de acuerdo con la creencia común que con los resultados de la investigación académica que presentan correlaciones intergeneracionales relativamente bajas, y marcadas regresiones a la media.
Esa diferencia de resultados entre las estimaciones elaboradas con o sin la inclusión de los apellidos en los estudios puede ser explicada si usamos los conceptos de fenotipo y genotipo en términos de estatus; el fenotipo lo conforman las características (socioeconómicas) observables del individuo, mientras que el genotipo se refiere a las características de la familia de ese individuo y es precisamente el genotipo el que será heredado por los hijos, influyendo así, sutil y silenciosamente, en la persistencia del estatus a través de las generaciones.