Foto: Observatorio Ciudadano
López Obrador quiere cambiar de tema
Julio Serrano*
Parece que de lo último que quiere hablar el Presidente es de la economía, de la salud y de la inseguridad. Es entendible. Los resultados en estos tres frentes dejan mucho que desear. Mejor reenfocar la atención de la gente en temas más taquilleros como el penacho de Moctezuma.
López Obrador es experto en imponer la agenda pública. Durante su administración ha introducido una serie de iniciativas que han capturado la atención de los medios y de la población y que nada tienen que ver con las métricas tradicionales de desempeño de un gobierno. Está, por supuesto, la no-rifa del avión presidencial, la cual exprimió durante años y que cautivó a mucha gente.
Está también la consulta popular para juzgar a ex presidentes. Me imagino que su idea era explotar por largo tiempo esta propuesta. Sin embargo, la Suprema Corte —en una decisión muy criticada jurídicamente, pero astuta desde una perspectiva política— decidió permitirle llevar a cabo la consulta cambiando el texto de la pregunta. Es posible que el Presidente esperara —e incluso deseara— que la máxima corte del país le tumbara su propuesta, lo que le habría permitido abrir un nuevo teatro popular, con la Suprema Corte como el villano que optó por aliarse con los corruptos.
En los últimos días, López Obrador introdujo un par de temas con alto coeficiente mediático: la encomienda que le hizo a su esposa de gestionar el regreso del penacho de Moctezuma de Austria a nuestro país (con todas las vertientes sobre la independencia y los abusos de los conquistadores que involucra) y la carta que le envió al papa Francisco solicitando una disculpa de la iglesia a los pueblos originarios de México (con vertientes similares).
Mientras tanto, la economía enfrenta su peor contracción desde hace casi un siglo, millones de personas (formales e informales) han perdido su trabajo y cientos de miles de negocios han cerrado. La cantidad de muertos por el coronavirus supera los 80 mil. La inseguridad se ha incrementado, con el mayor número de homicidios en 20 años y con partes del país fuera del control del gobierno. Es verdad que la mayoría de estos problemas no son culpa de López Obrador, pero sus políticas no han ayudado.
No obstante, estos temas prácticamente no se tocan. Cuando sí habla de economía, el Presidente busca minimizar las métricas tradicionales de desempeño, como el PIB, y propone un nuevo paradigma de medición basado en una “economía moral”. El resultado, al igual que cuando habla del avión presidencial o del penacho de Moctezuma, es desviar la atención de los enormes problemas que enfrenta el país.
De lo último que se le puede criticar a López Obrador es de ser un mal político. Todo lo contrario. ¿Para qué hablar de lo malo si la gente se distrae con otro discurso? ¿Está funcionando su estrategia? Solo hay que ver las encuestas. Pese a las terribles crisis económica, de salubridad y de inseguridad que estamos viviendo su popularidad se mantiene muy elevada.
* Consejo Directivo del CEEY. Correo: [email protected]. Columna publicada originalmente en Milenio el 15 de octubre 2020.